Opinión

Padre y hermano como San José

Como cada año en torno a la solemnidad de S. José celebramos el Día del Seminario. Cada año se nos recuerda la importancia de las vocaciones al sacerdocio y del cuidado del Seminario, para que ofrezcamos nuestras oraciones y ayudas, también económicas. Este año, declarado por el papa Francisco como año santo de S. José, se nos propone como modelo, para los sacerdotes y seminaristas, al santo patriarca.

De sobra es conocida su vida y su disponibilidad a los planes de Dios. Pero déjenme hacer un ejercicio de imaginación y atrévanse a hacerlo conmigo. ¿Cómo actuaría S. José hoy, en estas extraordinarias circunstancias de pandemia?. Imaginemos su vida cuidando del Niño Dios y de Santa María, desarrollando su trabajo de carpintero, como autónomo, y en medio de sus vecinos.

Me cuesta imaginarlo encerrado entre las paredes de su casa, de su taller, preocupado solamente porque el virus no contagie a su familia. Creo, más bien, que estaría atento a las necesidades de sus vecinos, seguramente animado y urgido por María; probablemente se plantearían cómo ayudar a aquellos que están solos, a los mayores que se han quedado sin familia y no tienen quién les ofrezca un abrazo, una sonrisa. Me lo imagino animando a Jesús a seguir aprendiendo y solicitando su ayuda para cuidar de sus vecinos y amigos. Que eso es un riesgo lo saben, ya han corrido muchos en su vida, han emigrado, han hecho nuevos amigos, han reconstruido su vida en un nuevo lugar, han tenido que salir adelante con esfuerzo y ánimo. 

Que lo importante es la salud, dicen algunos de sus vecinos; seguro que pensará que eso no es lo más importante en su vida, que por cariño a su hijo y su mujer, que por ayudar y animar a sus convecinos está dispuesto a ponerla en riesgo. Ya lo ha hecho otras veces. Algunos le dicen que es un inconsciente jugándose la vida de esa manera; ya se la ha jugado en otras ocasiones. Pero está convencido de que, contando con la ayuda de Dios, puede hacer algo para que su familia y sus vecinos no caigan en el desánimo, para ayudarles en cosas materiales, para hacerles compañía, para que no se sientan solos, para hacerles ver que siempre nos hemos jugado la vida por los que queremos, por los demás, por Dios. Tiene tantos ejemplos de la historia de Israel...y siente que por amor a Jesús, a María, a los que tiene al lado, está dispuesto a arriesgarla, porque ellos son más importantes, porque su cariño y su fe le llevan a hacerlo; y como dirá el dicho castellano “el amor y la fe en las obras se ve”.

Creo que algo podemos aprender de este santo varón; este es el modelo que la Iglesia nos propone de modo especial este año a todos los cristianos y de modo muy concreto a los sacerdotes y seminaristas en esta jornada del Seminario.

Seguro que a cada uno de nosotros también el amor nos hará imaginativos; ejemplos tenemos. Fijémonos en ellos.

Te puede interesar