Opinión

Amor sin límites

El Viernes Santo es el primer día pleno del Triduo Pascual. En la cruz, Cristo asumió todo el dolor de la humanidad a lo largo de los siglos. Al contemplar a Jesús crucificado, se puede comprender que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Es la locura del amor de Dios hacia todos y cada uno de los demás. Como nos recuerda el Apóstol: “Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo: en él está nuestra salvación” (Gal. 6,14). Creer en este amor hasta el extremo significa fiarse de la infinita misericordia de Dios. 

El amor, que se manifiesta hasta el extremo en el Crucificado, puede y debe convertirse en fundamento de una nueva cultura de la vida, de la Iglesia y de la sociedad. La misericordia divina y la vida se han alzado definitivamente con el triunfo de la cruz. Dios es el que ha reconciliado consigo al mundo a través de Cristo. 

La iniciativa de Dios de reconciliar, se concreta y manifiesta en el acto redentor de Jesucristo que se hace presente en el mundo. La cruz es signo de reconciliación. Se trata de la reconciliación con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con toda la creación. 
Nosotros, cristianos de la Diócesis de Ourense, necesitamos caminar unidos, cada día más reconciliados con Dios y entre nosotros. Si se cree en esta reconciliación, resultará sin duda más fácil para todos, la tarea del sínodo en la que estamos comprometidos. 
Más todavía, sentiremos el gozo de vivir y caminar unidos. Siempre que se celebra la Eucaristía se actualiza el sacrificio reconciliador de Jesucristo en la cruz. 

Acercándose a la cruz se entra en la escuela del Crucificado para contemplarle y para escuchar de Él las palabras más generosas de perdón, de paz y de amistad.

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