Opinión

Un tiempo propicio

El Miércoles de Ceniza se inició en la Iglesia Católica la Cuaresma. Oportunidad de comenzar un año más la peregrinación interior hacia Jesucristo, rostro visible de la misericordia del Padre. Cada año, la Cuaresma facilita al creyente un tiempo propicio para intensificar la oración y la penitencia y para abrir el corazón a la voluntad de Dios. Esta cuarentena recorre un itinerario espiritual que prepara a revivir el gran misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, ante todo mediante la escucha asidua de la Palabra de Dios y la práctica de la caridad con los más necesitados. 

Para esta Cuaresma el papa Francisco propone algunas reflexiones, para ayudar a vivir a fondo este camino personal y comunitario de conversión. Comienza recordando estas palabras del Evangelio: “Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría” (Mt 24,12). Por el contrario, el amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Sería bueno que nos preguntemos de qué podemos privarnos a fin de ayudar a otros con nuestra pobreza. La verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Debiéramos desconfiar de la limosna que no cuesta y no duele. Es necesario ver la calidad de la generosidad. 

El Evangelio es muy realista. El papa Francisco habla, con frecuencia, de la fidelidad al Evangelio para no correr en vano en el camino de la misericordia. Éste contiene un signo inequívoco de comprobación y contraste: el amor fraterno, traducido en obras, verifica la verdad del amor a Dios y la autenticidad de la comunión en la fe de los cristianos. La Iglesia es comunión en la fe y el amor; y que se comprueban de modo concreto y visible. 

Hoy es el primer domingo de Cuaresma. El Evangelio clásico de este día es el de las tentaciones. En él se habla de Jesús que fue al desierto, empujado por el Espíritu. Se quedó allí cuarenta días y fue tentado por Satanás. Jesús asumió la naturaleza humana con todas sus consecuencias. Vive realmente el desierto de la prueba y el Diablo intenta disuadirlo del camino que el Padre le había señalado. La condición mesiánica de Jesús y su filiación divina no le sustraen de la historia humana y, consiguientemente, tampoco de sus pruebas y sufrimientos. Al contrario, le sumergen de lleno en la lucha que en esa historia se libra. También él, como verdadero hombre, tiene que vivir la dificultad de la prueba y recorrer el camino. La tentación está presente a lo largo de su vida. Superada la tentación, Jesús comenzó a proclamar la Buena Noticia del Reino.

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