Opinión

¿Abuela de santísima Trinidad?

En este día de tantos recuerdos para todos los de mi curso cuando cumplimos 44 años de sacerdotes, son muchas las ideas que llegan a mi ordenador. Cuando las fiestas de mi querido barrio de A Ponte tocan a su fin es la fiesta de Santa Ana que, antes de erigirse la parroquia de O Pino (que lleva su nombre), se celebraba con gran alegría en la jornada de la "refesta". Hoy es también el día de los abuelos.

Recuerdo siempre al mítico personaje Fray Gerundio de Campazas (alias Zotes), que recoge Isla, y su célebre sermón sobre Santa Ana. En definitiva una crítica a algunos sermones y homilías que a veces resultan soporíferas o producen hilaridad.

Comentan Luis Alberto de Cuenca y Francisco Isla al respecto que, leyendo el citado sermón resulta que Santa Ana era abuela de la Santísima Trinidad ya que es la abuela de Cristo que es Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad. Pero aún tiene más la "pieza" en la que prosigue: "Cantó la tórtola bella en nuestra macilenta tierra, vinieron a celebrarla las flores, y estas mismas flores desterraron las rameras: tempus putationis advenit. Y como, pese a estudiar latín, todos nos quedáramos suspensos, sin advertir la malicia de la paronomasia putativa y sin la espontánea hilaridad que él esperaba, dijo con cierto asomo de decepción en su rostro y un gesto despectivo de la mano: ¡Bah! ¡No entendéis nada!".

O aquel otro que en la fiesta de San José, se le ocurrió hablar de la penitencia porque, según él, como era carpintero hacía confesionarios...

Bromas aparte, hay un dato interesante. Ninguna institución en ningún país posee tantas ocasiones para hablar a tanta gente. Por ello el cuidado necesario de una esperada preparación. Por suerte hoy en día existen menos Gerundios de Campazas y los sacerdotes suelen prepararse a fondo normalmente. Quizás el gran problema es que algunos pocos desconocen el Quijote y aquel pasaje en el que le dice a Sancho cuando va a gobernar la Ínsula Barataria: "Háblales a lo liso, a lo llano, a lo no entrincado". De eso se trata, de hablar con un lenguaje de hoy y con palabras y conceptos que le gente entienda.

Lo está haciendo Francisco y por ello conecta con los fieles también por la brevedad. Ya Benedicto XVI afirmaba que las homilías nunca más de diez minutos. Lo demás es perder el tiempo. Por mi parte nunca paso de siete a diez minutos en las misas normales de los domingos, durando la celebración alrededor de 40 minutos.

El mensaje es óptimo, la Palabra de Dios única, sería lástima que la desvirtuásemos o quisiéramos explicar en una homilía todo el mensaje para ese día. Creo que hay que ser breves y concisos.

Impresionan los del Camino Neocatecumenal a los que celebro misa los sábados en una parroquia lisboeta en la que hay diez comunidades. A mitad de la semana preparan las lecturas en una catequesis fundamental. Claro que después, hablando muchos de ellos, la Eucaristía dura más de hora y media pero nunca resulta larga por la intervención de los asistentes. Esto es un caso aparte. Desaparecida la "cristiandad" es el momento de los grupos. ¿Cuántas fieles de las parroquias preparan la Misa del domingo? Este es el problema.

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