Opinión

APRENDER DE LOS DEMÁS

Después de mirar a la situación política y sanitaria por la que atravesamos y que tiene en vilo al personal, cada día se pasa más del tema político cada vez más dividido minando las esencias de la democracia. Es tiempo de unidad y nunca de reacciones como las del president catalán. De desencuentros estamos bastante bien, como de reuniones y declaraciones. El diálogo, cuando es serio, siempre es enriquecedor porque las opiniones de los demás pueden ayudar.

Suelo decir que maldita la persona que se niega a aprender de los demás. Todos podemos ver cosas buenas en otros y, de las malas, también podemos sacar conclusiones. En nuestro archivo siempre es interesante ir almacenando infinitas cosas que vemos alrededor. Muchas veces caminan a nuestro lado personas que a lo mejor las juzgamos inferiores y de quienes podemos aprender y mucho.
Por eso me sienta mal cuando los partidos políticos se tienen unos a los otros por enemigos o cuando, por sistema, se rechaza absolutamente todo lo que viene del contrario. Algo bueno tendrán, digo yo. ¿Todo lo del otro es malo? Lo dudo. Pero hace falta tener visión de Estado, mirar a la ciudadanía y olvidarse de ideas que por venir de quien vienen son malas. Ya hemos dicho aquí que estos meses desde diciembre si algo bueno han tenido es que podemos conocernos mejor unos a los otros, saber de que pie cojea cada cual y aprender y sacar conclusiones.

Nunca pagaré mi experiencia de secretario de la Visita Pastoral a la diócesis ourensana cuatro veces seguidas. Ha sido algo único para conocer el valor de los pueblos de la provincia y sus gentes, su patrimonio, geografía, paisaje, la categoría y sacrificio de tantos sacerdotes y, sobre todo, la sabiduría popular de tantos vecinos, tal vez ayunos de muchas letras pero inmensamente sabios a la hora de reflejar experiencia, sensatez, equilibrio y consejo.

Descubrí que en los pueblos existen infinitos valores en personas con unas ideas bien distintas tan respetables como las nuestras. Y me pregunto si nuestra clase política es capaz de bajar al nivel del pueblo y escucharle. Y lo mismo en mi larga y encantadora estancia en Portugal con una cultura distinta y con valores diferentes. En una ciudad cosmopolita como Lisboa uno se encuentra con ideologe.cosmopolita como Lisboa uno se encuentra con ideologvalores distintos pero con ber de que pie cías muy dispares, enriquecedoras y que abren la mente.

También personalmente me pasa a mí miles de veces, tanto en clase con los alumnos, así como en el confesionario. Uno se queda impresionado cuando se acercan personas humildes que nos dan muchas e interesantes lecciones. En más de una ocasión dan ganas de decirle al penitente que cambiamos de lugar porque su altura humana y espiritual es inmensamente superior a la de uno.
Un consejo que daría a tantos políticos cercanos antes de las elecciones y que al día siguiente se olvidan de escuchar. Van a hablar y tratar de vender “su” producto que es de lo que se trata mientras aquel pobre anciano vive sólo y mal se ve para ir al médico, buscar sus medicinas o resolver sus papeles tras largas colas. Este es el verdadero problema de nuestra sociedad: la soberbia y empecinamiento de unos y la cerrazón ideológica olvidando que el otro también puede tener razones que lleguen al pueblo llano. Sobran grandes discursos y son necesarias soluciones prácticas para la gente harta de oír siempre lo mismo. Pero para ello es necesario caminar al unísono y escuchar siempre a quienes piensan distinto. Dialogando con todos para poder llegar a sólidos acuerdos. Lo demás es una pérdida absurda de tiempo de lo que ya todos estamos hartos en interminables meses. Partidos empecinados en su ideología negándose a colaborar, están rompiendo lamentablemente la baraja y lo pagaremos todos.

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