Opinión

Buscando la felicidad

Estamos en verano, tiempo para el descanso, la paz y momento para reponer fuerzas y gozar de tantas cosas que en el curso, con el ajetreo de la vida, se nos hace imposible conseguir. También para la reflexión serena y tranquila. Hay que ver cómo han cambian las cosas de unos meses hasta ahora. La vida nunca deja de sorprender, de dar giros inesperados, a veces favorables, otras más o menos. Gente que viene, gente que se va, gente que se mantiene. Gente que falla, gente que asombra, gente que engancha. El tiempo pasa por todos, niños, jóvenes, adultos; pasa y va marcando la vida de forma que cada arruga, cada cicatriz, tendrá una historia detrás. Lágrimas, risas y sonrisas compartidas. Bienvenidas. Despedidas. Reencuentros. "Adiós" que son "hasta pronto", o a veces "hasta nunca". Cambios, mejoras.

No se sabe quién vendrá, qué pasará mañana y por ello quizás debemos aprovechar cada oportunidad que se nos presenta por mucho que puedas fallar. Cáete las veces que sea necesario y levántate el doble de veces. No tengas miedo a arrepentirte de lo que hiciste porque queda prohibido arrepentirse de algo que en su momento te hizo ser feliz. Este tiempo de estío es propicio para esto y mucho más examinado con paz y sosiego y valorado en su justo medio. Un tiempo para ver y contemplar, observar y programar de cara al futuro y a nuevas etapas. Y para ello, como repiten hasta la saciedad los portugueses "Sempre á frente". A nada conduce el mirar a atrás, aferrarse tozudamente en lo viejo y estancarse en el "far niente" italiano. Cierto que lo que tenga que venir vendrá pero en ello es la lucha la meta de cada día para que eso que llegue sea positivo para ese futuro al que estamos convocados.

Estas y muchas otras digresiones podemos afrontarlas en la terraza de aquella playa que nos regala con su inigualable olor, con una cerveza de por medio entre el libro o el periódico del día o el reconfortante remanso de una sombra en la afrodisiaca serenidad de un campo que poco a poco, también es cierto, va dejando su color verde para regalarnos con el multicolor de sus plantas en medio del verano se nos escapa de las manos.

Nunca olvido la visión que desde el Cabanelas del buen vino tinto, se nos ofrece del valle del Avia, del Ribeiro inigualable con sus caldos, su irrenunciable forma de ser tan propia y sus reliquias de uno de los pueblos con más raigambre judía. ¡Cómo se echa de menos al tan querido Alonso y las deliciosas crónicas ribadavienses que engrandecían estas páginas! Por eso tengo mis dudas sobre lo positivo que puedan ser algunas llamadas vacaciones cuando en realidad se convierten en un agobio constante, un ir y venir sin rumbo y un derroche permanente. En suma esa forma de vivir el verano podrá llevar a un bronceado discutible, pero nunca a un verdadero descanso y reposo que restaure nuestras vidas y nuestros cuerpos del devenir laboral de todo el año.

Al fin de curso y cuando los profesores tenemos que evaluar nos encontramos con padres a los que lo único que les interesa es que sus hijos aprueben para disfrutar del verano y puedan verse libres para viajar. ¿Se preguntan qué es lo más adecuado para la formación de los hijos?¿Les ayudan a saber trabajar y también disfrutar?

¿Disfrutar? le decía yo a uno. Es una de las cosas más difíciles de esta vida porque muchos con su pretendido disfrute a lo único que llegan es a un agotador cansancio del que salen embotados y sin fuerzas para el nuevo curso.

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