Opinión

Los caminos que van a Compostela

En jueves pasados, al comentar la carta del papa Francisco en la apertura del Año Santo Compostelano, hacíamos el propósito de comentar también la homilía del arzobispo metropolitano de Galicia, monseñor Julián Barrio. A él le correspondió la misión de franquear la célebre Puerta Santa, en esta ocasión con un martillo realizado en plata y madera de encina en el año 2016, que fue donado por un matrimonio alemán el 25 de julio de 2019. Este matrimonio está vinculado con la acogida al peregrino en lengua alemana que se presta en la Oficina del Peregrino.

El prelado santiagués resumía su alocución con una frase que será la que marque la pauta de estos dos años de jubileo: “La Casa del Señor Santiago abre sus puertas a todas las gentes pues será un tiempo de gracia y de bendición”. Como recordaba el papa en su carta y afirmaba monseñor Barrio, es un don para la Iglesia que peregrina en Compostela y para toda la Iglesia, en unas circunstancias especiales que hemos de afrontar con la esperanza cristiana que “es audaz y sabe mirar más allá de la comodidad personal de las pequeñas seguridades y compensaciones que acortan el horizonte para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más digna”. 

Y señaló también, delante de todas las autoridades gallegas, que “el Año Santo no es una huida espiritualista sino un compromiso para discernir cristianamente la realidad, en medio de la crisis antropológica, espiritual, cultural y sanitaria en la que se han visto radicalmente sacudidas las certezas fundamentales que conforman la vida de los seres humanos. ¡Santo Apóstol!: haz que desde aquí se fortalezca la esperanza que ayuda a superar la preocupación angustiosa por el presente, y el escepticismo que dificulta el ejercicio de la caridad. Es tiempo para rezar, amar, salir al encuentro de los demás con obras de misericordia, revitalizando la fraternidad que permite reconocer, valorar y amar más allá de la cercanía física, procurando que las personas pobres y las más vulnerables, las que sufren y han perdido la esperanza, que tengan siempre la preferencia”.

Sin duda es “Año” de Compostela pero lo va a ser para toda Galicia a todos los niveles. Como desde siempre lo ha sido para España y para Europa, a la que el hecho del descubrimiento del sepulcro del Hijo del Zebedeo configuró el ser europeo que, pese a los avatares laicistas, sigue moviéndose en la cultura cristiana. La prueba más evidente del influjo jacobeo son los numerosos “caminos” que conducen al Noroeste español. El Códice Calixtino es un reflejo más, como lo son, desde los comienzos de la Edad Media, las incontables muestras artísticas, literarias y en definitiva la cultura del continente. El arte románico es un signo admirable.

El consentimiento universal es claro y sería imposible admitirlo sin una base cierta que se guarda en esa arca marmórea. Por eso el esmerado cuidado al que estamos llamados los gallegos que la custodian. Un año muy especial para Galicia entera que une su Xacobeo a las celebraciones religiosas. El testimonio escrito de tantos millones de peregrinos que acuden hasta el Obradoiro es contundente. Lejos de ser una moda del momento es algo que mueve desde dentro de los corazones y la fe a cuantos desde cualquier punto acuden y contemplan desde el Monte do Gozo las torres de la Catedral para más tarde entrar en ella y darle el abrazo al Apóstol como recordaba el papa.

Por eso, bien resaltaba el arzobispo que esas puertas estarán abiertas a todos sin excepción con sentido espiritual y con el compromiso humano necesario.

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