Opinión

La categoría del señor Bolsonaro

JOSÉ PAZ
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Ese gran país que es Brasil lleva tiempo con una serie de incertidumbres y convulsiones políticas muy al margen de la altura en la que debiera mantenerse. Tal vez está contagiado con los derroteros políticos por los que está atravesando América en general. Incomprensibles los resultados electorales de un lado y otro y que son fiel reflejo de una reiterada volubilidad de los países. Claro está que muchos han perdido el norte y como consecuencia han sido elevados al poder personas incompetentes o corruptas e incluso dictadores impenitentes que anhelan perpetuarse en el poder de las maneras más increíbles.

Y este contagio se va “vendiendo” como democracia cuando, en realidad, una vez llegados algunos al poder, hacen añicos la más sofisticada actitud de algunos que se propugnan como nuevos “profetas” de un mundo nuevo. Predicadores de un Godot que nunca llegará porque se propaga con intereses inconfesables.

Pues bien, observamos desde hace décadas el devenir increíble de algunos pueblos. Personalmente creo que se puede ser de derechas, de izquierdas o de centro y debe respetarse siempre el resultado de las urnas. Lo que es condenable es el cinismo y la hipocresía con que algunos nuevos profetas pretenden engañar al mundo.

Y en concreto el tema de Brasil. Cuando los resultados de las urnas son tan nivelados deben respetarse igual y siempre. Sin duda la lucha por el poder entre Lula y Bolsonaro es digna de un sofisticado sainete. Pero por muy apretada que haya sido la votación, la voz de los comicios debe respetarse escrupulosamente. Ya tendrán tiempo de corregir el rumbo en la siguiente votación que para eso está la democracia. Pero nunca a golpes, insultos y actitudes deplorables.

Esto ha sido lo que ha acontecido en Brasil donde, para empezar, han faltado las más elementales muestras de educación y saber estar. Una campaña plagada de mutuos insultos y descalificaciones que dicen muy poco de quienes así se comportan. Muy triste espectáculo sobre todo del señor Bolsonaro, que ni ha reconocido la victoria de su adversario ni contribuyó ni contribuye en nada a la paz y la concordia del país, por muchos defectos que tuviere Lula. Puso tierra por medio y “pretendió” desaparecer de la escena política con un cinismo increíble. Y ahora algunos que dicen que son sus seguidores los que pretenden retomar el poder por la fuerza y de una manera esperpéntica y fuera de lugar.

Volviendo a lo de siempre, lo que falta en este mundo tan convulso son verdaderos líderes coherentes. Carecemos de ellos aquí y acullá, por lo que se ve. Porque además a menudo algunos tienen un apetito desordenado de ser dictadores. Y en el fondo vemos cómo más de uno procura prolongar su mandato para erigirse en perpetuo mandatario de sus pueblos con mil y un argumentos para convencer a los votantes para que así sea. Los ejemplos son incontables por doquier y el señor Bolsonaro parece que pretende moverse en estos parámetros que otrora siguieron Fidel Castro, Ortega o Maduro, entre otros. 

Lo de Brasil parece carecer de inmediata solución mientras el perdedor de las pasadas elecciones se mantenga en sus trece haciendo caso omiso al resultado de las elecciones. Precisamente lo bueno de la democracia es la posibilidad de cambio y renovación, e incluso que se establezcan límites para detentar el poder prohibiendo que algunos se perpetúen en él de forma ilimitada. El poder corrompe y si es prolongado, mucho más.

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