Opinión

David Ferrer: un merecido reconocimiento

Cuando se cumplen este año los veinte de su fallecimiento he esperado al de su esposa para hacer pública mi opinión sobre un personaje ourensano al que personalmente siempre he valorado. Posiblemente el carácter fuerte de David Ferrer Garrido ocultaba un cúmulo de virtudes poco comunes sobre todo en la clase politica actual. Hay cosas que están ocultas y que él, por su manera de ser, trató de que así fuese. Pasado el tiempo ya es hora de que los ourensanos las conozcan.

Primero como alcalde de Ourense y luego reiteradamente presidente de la Diputación, y diputado nacional en las Cortes así como presidente de la entonces Caja de Ahorros, dejó una estela de coherencia y honradez poco comunes en nuestros días. Es necesario decirlo.

Su carácter, como decimos, era muy fuerte. Mi primera relación con él fue muy dura y la recuerdo bien. Era una mañana en la calle del Paseo, justo frente a la Ibense y al entonces Calzados Layton. Él era alcalde. Había publicado yo la víspera, siendo entonces secretario de la Federación de Baloncesto y director técnico de Minibasket, un artículo tal vez muy duro para él. Decía entonces que el pabellón de deportes de Os Remedios era un despropósito para Ourense, aquello, le recordé, es un frontón propio para el País Vasco. A David le pareció fatal mi opinión y, a gritos en plena calle, me puso verde… 

Cuento esto porque David era un hombre impulsivo, cierto, pero después de defender su postura con ahínco y pensarlo, daba media vuelta y le pasaba dando incluso la razón a quien la tenía en su contra. De esto saben mucho sus hijos. Desde aquella discusión fuimos muy amigos y me lo demostró siempre con creces, como el día de la muerte de su hermano en casa del difunto y después en San Francisco.

Tal vez el punto más desconocido en su paso por la política ha sido la coherencia, el desprendimiento y generosidad y sobre todo su honradez. Nunca se benefició económicamente de la política tras tantos años en ella; ni se lucró y me consta. Para empezar, su coherencia le llevó a presidir la manifestación en contra de la Celulosa, algo que en aquel régimen era impensable, él allí estaba con el pueblo.

Cuando tenía clara una idea la llevaba adelante contra viento y marea afrontando las consecuencias. Hay muchos ejemplos que conservo vivos. Era notorio que el entonces beneficiado de la Catedral, Antonio Domínguez, era íntimo con la familia del obispo. Era el confesor de gran parte de los Temiño. Del obispo lo fue don Rogelio Vázquez Ascaríz y luego don Eligio Mojón. Pues bien, mantuvo una “lucha” muy fuerte con don Antonio que era capellán del cementerio siendo David alcalde.  Hasta el punto de que le marcó un rígido horario para permanecer en el Campo Santo de San Francisco.

Una cosa llevó con sumo sigilo y secreto incluso para su familia. Lo que le correspondía por sus cargos políticos lo enviaba a las misiones de África con total secreto. Se descubrió tras su fallecimiento en 1998. Una muestra más de su coherencia y desprendimiento y, sobre todo, su honradez en política.

Digo al comienzo que he esperado a la muerte de su encantadora esposa María Jesús Valeiras para contar todo esto. La dulzura y espiritualidad de María Jesús la fue transmitiendo y contagiando a David que pasó a ser un católico practicante poco a poco. Recuerdo el año en que cesó en la Diputación que iba en las filas del Santo Entierro con una vela como un ourensano más. María Jesús tenía una vida espiritual grande y supo transmitirla a David, que tenía confesor y director espiritual en la persona de don Antonio Vázquez Borrajo, entonces párroco de Mariñamansa.

Era un hombre de decisiones firmes y que tomaba buena cuenta de lo que hacía. Con Carlos Casares, entonces en la Obra Social de la Caja, le unía una gran amistad. Pero yo fui testigo de cómo le hacía cambiar muchas decisiones, como cuando la publicación de uno de mis libros que David corrigió línea a línea. O cuando la exposición del Museo de la Fundación del Santo Ángel del que soy secretario. Examinó punto por punto todo y llamó a Carlos Casares para decirle que a su vez llamase a Anselmo López Moráis para que hiciese la presentación y punto. Carlos, con aquel buen humor que le caracterizaba y lo buena persona que era, aceptó cuando teníamos él y yo otros planes. Fue mejor así.

Con el obispo Temiño las cosas también habían comenzado digamos que regular a raíz del “affaire” con don Antonio Domínguez. Pero poco a poco se fueron conociendo ambos hasta el punto de ser muy amigos. El día que se publicó el cese en la Diputación, por la tarde, el obispo y yo fuimos a casa de David a darle un abrazo. Aquel cese era de todo punto incomprensible.

Aquella tarde nos dio detalles del cese que lo hacían más incomprensible todavía. Resulta que María Jesús y la esposa del entonces gobernador, Daniel Regalado Aznar, habían ido de compras a Valença do Minho y justo el inquilino de la casa del Parque de San Lázaro llama a David y le dice que vaya a verle urgente. Fue, nos lo dijo, corriendo y subiendo las escaleras del gobierno de dos en dos porque pensó que les habría pasado algo a las esposas de ambos en su visita a Portugal. Cual será su sorpresa cuando le soltó a bocajarro que presentase la dimisión como presidente de la Diputación. David así lo hizo…

Cuando la visita del papa a Santiago, el obispo tenía que proponer un reducidísimo número de personas para recibir la Comunión de manos del hoy san Juan Pablo II. El prelado me encomendó que llamase a David. Le dije si podía venir a ver a don Ángel. Inmediatamente vino. Nos costó al obispo y a mi convencerle para que aceptase. Nos repitió muchas veces: “De ninguna manera, yo no soy digno de ese honor”. “Acepte -le dijo don Ángel- que se lo merece”. E incluso yo le remaché: “David, acepta que mereces representar a la Diócesis”. Finalmente, a regañadientes, con una emoción indescriptible, aceptó.

Me quedan muchísimas más anécdotas pero quisiera acabar recalcando que detrás de David siempre estaba María Jesús. Baste recordar la austeridad y el nulo afán de protagonismo y la discreción incluso en sus vacaciones que pasaban en un humilde hotel de Baiona. Todo fiel reflejo de una personalidad para mí entrañable e imitable que debiera serlo para cuantos políticos hoy en día viven para la galería movidos algunos en medio de una corrupción inconfesable y que entran en la cosa pública y acaban saliendo millonarios. Carecerán de cabras pero venden muchísimos cabritos que desconocemos de donde les salen tantos animalitos… Esto lo combatió David desde los puestos de relevancia que ostentó. Y cumplió a rajatabla sus principios de honradez y coherencia.

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