Opinión

Ejemplos de todo tipo

En estos tiempos de cuarentena, ya sea por el nerviosismo o por la falta de sensatez, hemos escuchado y leído de todo. Declaraciones a veces monstruosas y otras sin sentido común. Han menudeado también las incoherencias y criterios únicamente justificables como fruto de la inquietud. Que el ministro de Hacienda japonés, una persona económicamente, según se dice, muy rica, diga que los ancianos deben morirse de prisa porque son una carga para el Estado, es un exabrupto únicamente salido de mentes retorcidas. Sobran todos los calificativos, siempre peyorativos.

Sin duda la crisis la vamos a pagar todos, pero me pregunto si todos de igual manera. Sería contundente ejemplo que la clase política renunciase o se rebajase sus emolumentos. Verdadero escándalo lo que cobran y siguen cobrando. Esperemos que nuestra clase política, después de reflexionar sobre el estado actual, fuese capaz de gobernar unida dejando división y partidismos. Cada uno va a lo suyo y se agarran a la poltrona y sobre todo a la nómina con uñas y dientes. Y de esto pocos se salvan en el arco político. Y tampoco del número de políticos que poseemos en este país, que bate los récords.

Por otra parte, ha sido edificante la actitud del papa Francisco en el acto que tuvo en la Plaza de San Pedro totalmente vacía el 27 de marzo. Pidió al Señor que bendiga al mundo, dé salud a los cuerpos y consuele los corazones. Dando la bendición Urbi et Orbi. “Desde hace algunas semanas -comenzó diciendo-, densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador: al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada en la misma barca, frágiles y desorientados. Y Jesús les dice: ‘¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?’ Pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos. Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos siempre pretenciosos de querer aparentar, codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. Y ahora, suplicamos: ‘Despierta, Señor’.

”Es tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es; nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: ‘Que todos sean uno’ (Jn 17,21). Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes se muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. dejemos que reavive la esperanza”.

“Abrazar su Cruz -terminó diciendo- es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas los caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Con la intercesión de la Virgen, salud y estrella del mar tempestuoso, como un abrazo consolador, la bendición de Dios al mundo da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: ‘No tengáis miedo” (Mt 28,5).

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