Opinión

¡El Líbano!

Asistimos atónitos a la gran desgracia que ha acontecido en Beirut. Sin entrar en las causas, que desconocemos con exactitud, sí que sabemos de los muertos y de la destrucción de aquella ciudad.
Hace años tuve que dar una conferencia en Beirut, muy cerca de donde aconteció esta lamentable explosión. Y es una ciudad bella pero, también es cierto, me impresionó la vigilancia militar en las calles. El problema en toda esa zona ya hace muchos años que parece irresoluble. Tristemente luchan las grandes potencias por imponerse y dominar aquellos lugares. Muy triste.
Y, además, la guerra se ha convertido en compañera de todos sus habitantes que la padecen un día y otro de mil maneras. Es el permanente conflicto que azota a un pueblo inocente pero que camina al socaire de la carrera armamentista de mil maneras. Un pueblo que vive con el alma en un puño temiendo siempre lo que les va a deparar el día de mañana.
Y ante esta catástrofe, primero el presidente francés Macrón y después varios países se están volcando ante la miseria y el hambre y la destrucción. Es una ciudad destruida que tardará en recobrar la normalidad.
Basta observar los testimonios gráficos que nos llegan para vislumbrar lo que está pasando aquel pueblo.
Pero el problema es más profundo. De nada vale la colaboración internacional y las ayudas que están enviando distintas naciones. El tema de fondo es el concepto de paz y la lucha contra la violencia que sufrimos en el mundo actual. Violencia de todo tipo que tiene a la humanidad en vilo. Este mundo se mueve por un desaforado capitalismo y un afán de poder a cualquier precio y nada digamos del petróleo que es el motor último.
Es muy doloroso comprobar como en esos pueblos tan masacrados existen gobernantes y personas que viven en la abundancia manejando millones para su placer personal mientras el pueblo pasa hambre. Esta es la cuestión. En ello juegan papel importante religiones que ponen en las armas parte de la esencia de su proselitismo. Habría que recordarle a todos la feliz frase del papa Ratzinger en su visita a la laica Francia: “La fe no se impone; se propone”.
El pontífice emérito, con una inteligencia fuera de dudas, explicó de forma clarividente la diferencia entre “laicidad” y “laicismo”. Los cristianos defendemos, al igual que el Evangelio, la “laicidad”. El respeto para todos, pero nunca el excluyente “laicismo” que algunos parece que pretenden convertirlo al igual que el ateísmo, en una religión nueva.
Algo que necesita imperiosamente el mundo actual es una formación seria en contenidos y dejar, de una vez por todas, las “ocurrencias”. Los que se mueven por las ocurrencias del momento, a la larga caen en un abismo a la espera de un Godot que se inventan y que jamás va a llegar. Ya lo hemos dicho aquí.
Porque los contenidos, las ideas serias forman; las ocurrencias sin estar cimentadas en los contenidos llevan al más estrepitoso fracaso y lo vemos incluso en los partidos salidos a la luz en virtud de sus ocurrencias del momento y que poco a poco pierden adeptos porque las soluciones serias ni llegan ni van a llegar. Lo que ocurre es que a algunos les cuesta ver objetivamente a donde les llevan esos postulados de cara a la galería pero nada más.
Pues lo del Líbano y demás guerras mundiales son fruto, eso creo, de seguir empecinados en defender populismos de cualquier signo. Será esto políticamente incorrecto, pero es lo que en conciencia creo. Déjenme opinar.

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