Opinión

El papa en Iraq

La reciente visita del papa Francisco a Iraq, sin duda alguna marca un hito en la historia de la Iglesia Católica y del cristianismo en general. Son incontables los hechos y los titulares que generó esta histórica visita. Han sido tres días movidos por el diálogo, el encuentro, la paz y el mutuo respeto. El viaje era peligroso y complicado, y lo fue, pero al final todo acabó con uno de los éxitos más sonados de este pontificado. 

De las múltiples intervenciones, habría que resaltar la buena acogida de las autoridades tanto civiles como religiosas. Y en especial la dispensada por los lideres musulmanes, quienes, con su gran ayatollá chiita Ali Al Sistani al frente, le acogieron con todo afecto. Incluso Sistani le dijo al papa que los cristianos de Iraq “deben vivir en paz y en seguridad y beneficiarse de todos los derechos constitucionales”. El papa, en varias ocasiones, desde lugares destruidos por guerras y luchas fratricidas y terroristas, clamó por la paz y la amistad en la zona y por la unidad, como ya había hecho en El Cairo. Recordó Francisco que: “El mundo no se cambia con la fuerza sino con las Bienaventuranzas”; y agradeció a Sistani “haber alzado su voz en defensa de los más débiles y perseguidos”. Como fue emocionante el encuentro del papa con líderes religiosos en Ur (tierra se Abraham, referente para judíos, cristianos y musulmanes). Una imagen para la historia tras recordar que: “Los creyentes no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión”.

Todo ello sin un documento común como el que firmaron en Abu Dabi hace dos años el papa y el jeque egipcio Ahmad al Tayyebu, gran imán de Al Azhar, la mayor institución suní, y que fue uno de los mayores pasos en las relaciones entre el Islam y el Catolicismo. La preocupación de Francisco es lógica contemplando los miles de muertos por enfrentamientos injustificados, sobre todo para personas que dicen creer en Dios. Cifras escalofriantes de cristianos muertos por su fe en el mundo actual, más que en el Coliseo y con incrementos anuales. Ser cristiano en algunos países puede significar vivir en la clandestinidad o ir a la cárcel. La libertad de culto se reprime y se castiga y hay quienes ponen en riesgo su vida por su fe.

Uno de cada doce cristianos en el mundo sufre persecución y alrededor de 215 millones de personas son oprimidas por su fe. Así, 2.000 personas fueron asesinadas en Nigeria, y en la República Centroafricana murieron 500 y en la República Democrática del Congo más de un centenar de asesinados. El cuarto país más mortífero para los cristianos es Egipto. Los ataques contra iglesias coptas por parte de grupos fieles al Estado Islámico con asesinatos a bocajarro por parte de islamistas individuales son frecuentes. Suponen el 10% de toda la población egipcia, con la mayor comunidad cristiana de Oriente Medio. Los ataques son en el Sinaí, por el grupo terrorista Wilayat Sinaí, y las víctimas fueron degolladas y dos iglesias coptas sufrieron ataques con explosivos: 45 personas perecieron y 80 resultaron heridas. En China, 134 personas fueron arrestadas por su fe. En Cuba el régimen ha arrestado a 119 cristianos y procesado a otros cinco. En Pakistán, por las leyes de blasfemia, 110 cristianos fueron asesinados. 

Corea del Norte y Afganistán son los países que encabezan la lista. 300.000 cristianos norcoreanos clandestinos por miedo a no terminar en campos de prisioneros o muertos. Los propios hijos denuncian a sus padres a las autoridades. Diez países son de “persecución extrema”: Afganistán, Somalia, Sudán, Pakistán, Eritrea, Libia, Iraq, Yemen, Irán e India. Tanzania, que deja de estar en la lista, y Siria desaparecen de los diez primeros puestos debido a la reducción de los yihadistas. Se comprende el clamor del papa Francisco en Iraq, que en despedida dejó un mensaje claro: “Trabajen juntos en unidad por un futuro de paz y prosperidad sin discriminar a nadie”.

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