Opinión

Hoy es domingo: El perdón

Personalmente una de las cosas que más me impresiona de la vida de Cristo es el perdón. Sin duda la gran diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento va en esa línea, la del amor sin límites como recuerda Pablo de Tarso en su primera carta a los corintios que todos conocemos.

El ejemplo de caridad y perdón en todo el evangelio es la nota predominante: “Mujer nadie te ha condenado, Yo tampoco, vete en paz y no peques más”. Pero también desde la cruz al ladrón arrepentido le da el cielo. Y el caso más llamativo de ese estilo de vida de Jesús de Nazaret es el caso con San Pedro. Antes de la Pasión le promete que va a ser el Primado pero que antes le negará tres veces como así fue. Y después de la Resurrección, aquello que le había prometido se lo dio. ¿Seríamos capaces nosotros de olvidar las tres negaciones y conceder lo prometido? Difícil. También es cierto que le pregunta después a Pedro por tres veces si le quiere. “Señor, tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero”. Contundente pasaje bíblico.

Por eso la caridad, muy distinta de la filantropía, debe ser el santo y seña de la vida del creyente. Lo recuerda la carta de San Pablo que comentamos: “La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

Y añade en ese capitulo 13: “Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios, -el saber más elevado-, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta el amor nada soy.  Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero para recibir alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve. El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo.”  

Saber perdonar “hasta setenta veces siete”, es decir, siempre, muchas veces cuesta pero es una exigencia fundamental de la fe cristiana. Y en eso se insiste en la liturgia de este domingo, precisamente la víspera en la que en toda la Iglesia universal se celebra la Santa Cruz menos en algunos países americanos y en España, Ourense y Granada que lo celebramos en mayo.

La cruz es el signo del cristiano y, por ese signo y lo que él significa, han dado y siguen dando testimonio muchos creyentes en todo el mundo. Y todos ellos, y por eso son considerados mártires, entregan su sangre perdonando a sus tantas veces crueles asesinos como en el Gólgota hizo el Crucificado de la Historia. Esa es la raíz y el contundente ejemplo que cada día espolea o debe espolear la fe.

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