Opinión

El personal sanitario

Es muy triste que tenga que ocurrir una pandemia como la actual para que caigamos en la cuenta del valor de cuantos trabajan en el sector sanitario. Estoy convencido que es una verdadera vocación que muchos ya han pagado. Médicos, enfermeros y asistentes sanitarios ya han perdido sus vidas por estar al pie del cañón en situaciones gravísimas e incluso con medios muy escasos. He pasado por el quirófano en reiteradas veces en diversos hospitales en Ourense, Pontevedra, Madrid y Lisboa y siempre he encontrado sonrisa y cercanía. Muestra contundente de su actitud la refleja la alegría que manifiestan cuando sacan a flote a algunos de la UCI y de suma gravedad. Se pasan noche y día haciendo de todo a los enfermos con sumo cariño. Creo que el Gobierno haría muy bien premiar esa profesionalidad inquebrantable. Me consta de médicos que contrajeron el coronavirus y que en su cuarentena en casa estaban inquietos por volver a su profesión. La muerte de tantos en esta pandemia muestra que lejos de huir del riesgo permanecieron hasta su final al pie de aquellos que luchan por sobrevivir.

Por otra parte, a los españoles les hace falta perder el falso pudor que les lleva a creer que es mejor fuera que en nuestro país. ¿Qué resultados mejores que los que hubiesen obtenido en España consiguieron los que cruzaron “el charco” en busca de hospitales que decían eran mejores? La sanidad española es de las mejores del mundo y los hospitales superan con creces las instalaciones de otros países que se dicen desarrollados. Tanto en Europa como en América, donde hay hospitales que nada tienen que ver con los nuestros, tanto públicos como privados, sin diferencias notables si las hubiere.

Otro tema es si gobernantes que nos rigen y pretenden sacar adelante la pandemia entienden de medicina. Algunos jamás fueron médicos ni pasaron por el campo de la sanidad. ¿Es responsable el Gobierno cuando nombra para un tema tan delicado a personas que carecen de los mínimos conocimientos de medicina? Debieran tenerse en cuenta los conocimientos antes de nombrar a cualquiera para un cargo y sobre todo si es de tanta responsabilidad. Es así como estamos viendo rectificaciones constantes dando una sensación de un desbarajuste grande. 

Seguimos esperando que el arco político sea capaz de donar parte de sus cuantiosos emolumentos. En esto la Iglesia está dando ejemplo tanto la Conferencia Episcopal como las diócesis y Cáritas. También han muerto sacerdotes por prestar ayuda y son miles los que están repartiendo alimentos y dejando locales diocesanos o parroquiales. Incluso el obispo de Bilbao, Iceta, que es médico, se ofreció a dejar la diócesis e ir a un hospital si lo necesitaban.

Con razón los profesionales de la salud están empezando a estar hartos por carecer de medios adecuados. Una enfermera amiga me enumeraba algunos de los servicios que prestan: mascarillas de 3 minutos (tiempo para lavar a un enfermo) pronarlo, cambiarlo, perfusiones, aspirar secreciones (se acaban las sondas de aspiración continua), poner medicación, termómetro, bajar diuresis, estirar las sábanas, volver a empezar, higiene oral, muestra sanguínea, gasometría, espera resultados para cambiar ritmo de perfusiones, cambio de nutrición… Muchas horas, a veces sin la protección debida, con cada paciente expuestos a contagios, sin test PCR, sin serología ni saber quién tiene la letra escarlata en el pecho colgada. Todo con el insomnio al llegar preocupados a casa. Sólo piden una cosa: desempeñar el trabajo sin sentirse utilizados. 
Gran trabajo que tenemos que reconocerlo y debe ser bien remunerado.

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