Opinión

En las raíces del pueblo

Decir lo contrario es ir contra las mismas raíces de este pueblo que a veces parece agnóstico pero que, llegada la Semana Santa y en otras muchas ocasiones, sale a la calle manifestando su fe. Recientemente un diario de tirada nacional recogía las opiniones de un buen número de españoles de todas las clases sociales: artistas, deportistas, intelectuales, políticos de todo el arco parlamentario, manifestando que son creyentes. Muchos de ellos van a misa siempre y otros algunas veces, pero se manifiestan como creyentes. Sin duda alguna España sería otra cosa sin sus raíces cristianas en el arte, la cultura, la etnografía, la toponimia… en todo podemos observar el sello cristiano. Olvidarlo bien creo que manifiesta un grave desconocimiento de la historia de este país.

Por eso sale el pueblo a la calle para observar la piedad y el arte en Valladolid, Zamora o Murcia, por poner tres ejemplos, y para manifestar su religiosidad y amor, de manera especial en Sevilla y el resto de España. Escultores, pintores, poetas y artistas han dejado su grano de arena en toda esta religiosidad popular. Soslayarlo es un inconfesable desprecio a las tradiciones del mismo pueblo al que se dice representar.

Y hace unos días me llamaba un amigo desde Barcelona todo preocupado. Me decía él, catedrático de historia y arte, que su madre, paralitica en cama, estaba totalmente preocupada por si le dejaban de ofrecer la misa en televisión. Y como esta buena señora son millones de ancianos e impedidos los que claman por lo mismo. Ya se ve como el pueblo mismo ha respondido ante esta amenaza elevando la cota de audiencia a los primeros lugares. Por algo será.

Es una gran mayoría de personas a las que gusta seguir los ritos litúrgicos desde sus casas cuando sus fuerzas les impiden seguirlos en directo, ya sean procesiones o la misma misa dominical. Es el sentir del pueblo, el deseo de la fe tantas veces oculta, la que pide y clama por un derecho que poseen como ciudadanos que quieren vivir en democracia respetando a los demás pero también solicitando para ellos el máximo respeto a sus creencias.

En este sentido, acaso la Semana Santa de este año tenga un matiz muy especial. Es ese rocío mañanero oculto en las tardes de estío, el que brota, debe brotar, cuando se ve atacado y menospreciado acaso por personas que añoran un protagonismo que al final será triste realidad para ellos. La misión de las personas democráticamente elegidas es representar la voz y los deseos del mismo pueblo pero nunca solo de aquellos que les votaron. Una vez elegidos es deber ineludible el gobernar para todos, también para cuantos votaron a otras formaciones. Olvidarlo acaso sea el grave error de algunas democracias.

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