Opinión

La fachada y la sustancia

Nunca se podrá decir que este papa Francisco habla de forma etérea o que es difícil de entender. Si nos tomamos el interés de seguir sus homilías matinales en la capilla de Santa Marta, casa en la que mora, tendremos materia práctica más que suficiente para nuestra meditación. Afirmó hace un tiempo: “No insultéis, no deseéis a la mujer de los otros, no juréis. No seamos cristianos de fachada, sino de sustancia. Estamos llamados a instaurar entre nosotros un clima de transparencia y de confianza recíprocas”.

En la Cuaresma, el verdadero creyente debiera hacer un examen a fondo de las costumbres y actitudes que tal vez son menos buenas en nuestro diario comportamiento. Y en ello incide el papa. De una manera práctica, Francisco les decía a los fieles de su misa: “Jesús nos invita a no establecer una lista de delitos ni una gradualidad, sino considerar a todos ellos perjudiciales”.
Porque en realidad muchos de los que nos llamamos cristianos olvidamos que la fe nunca se reduce a un cumplimiento externo de un conjunto de leyes. Antes bien, como dice Francisco, “a realizar la sustancia de los mandamientos, evitando el formalismo y a instaurar entre nosotros, en nuestras familias, y comunidades, un clima de transparencia y confianza recíprocas considerados sinceros”.

“¡La desconfianza y la sospecha recíproca amenazan siempre la serenidad!”, terminó diciendo. 
Ya decía aquel gran beato Pablo VI: “Si la Iglesia no es mejor es porque nosotros no somos ejemplares”. Es el problema del testimonio. Muchas veces estamos dando la impresión de que muchos creyentes lo son de determinadas fiestas, sacramentos o procesiones y el resto del año como si la fe se escondiese. Es, el testimonio, como lo fue siempre, la raíz y el verdadero exponente de la fe. Si juzgásemos el estado de la iglesia española por la Semana Santa o por las fiestas en los múltiples santuarios de nuestra geografía, sin duda obtendríamos una errónea valoración.

Sería un gran pecado cultivar la fachada olvidando la sustancia, el compromiso y como consecuencia el testimonio atrayente. Y es esta la asignatura que toca acometer a muchos cristianos. Mientras todos los creyentes mantengamos una doctrina, un credo y nuestra vida vaya por otros derroteros, la cosa nunca funcionará. Es lo de aquel sacerdote que decía: ”Comulgamos e non nos baixa da gorxa”. Cuando se acercan los días grandes de la fe cristiana bien estaría que todos hiciéramos un examen de conciencia a fondo porque pasaron los tiempos de aquella “cristiandad” en la que tal vez nos refugiábamos y llega el momento de dar la cara porque de fachadas es imposible vivir.

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