Opinión

¿Fascismo en un país demócrata?

Uno queda perplejo al contemplar los deplorables hechos que tuvieron lugar en el Capitolio estadounidense el pasado día de Reyes. Increíble la pretensión de una sedición totalmente fascista en un país que presume de democracia. Mala suerte ha tenido últimamente aquel país líder mundial con algunos de sus últimos presidentes. Pero el de ahora debe irse cuanto antes; el multimillonario Donald Trump bate todos los récords.

Increíble lo acontecido y cómo un hombre disfrazado con cuernos incluidos pretendió tomar el Capitolio aplaudido por centenas de personas como una pandilla de marginales que se querían hacer con un poder que les negó las urnas. Es difícil comprender el multitudinario acceso al Congreso sin relajamiento previo de las fuerzas de seguridad. ¿Quién permitió la falta de seguridad necesaria en cualquier parlamento? Sin conocimiento y consentimiento previo es difícil de creer. Acaso la policía y el ejército de EEUU estaban ese día de vacaciones… Grave la postura de este señor esperpéntico que azuzó y azuza a sus seguidores que van tras él como autómatas teledirigidos desde sus cuentas informáticas. 

Las urnas, por mucho que Trump quiera ignorarlas, han hablado e incluso se han revisado varias veces obteniendo el mismo resultado. ¿Qué anhela el presidente? ¿Erigirse en el dictador fascista en un país que presume de democracia? Pasa de populismo, y es grave que las mentes de sus seguidores sigan obnubiladas ante los exabruptos continuos de su jefe de filas que ni sabe estar ni es digno de tan alto rango por mucho que coleccione votos en campañas movidas reiteradamente por su imperio económico. Que en el fondo es de lo que se trata.

Está, el grupo republicano, haciendo buena la cultura del tener y del poderío universal y esto todo, por ventura, ya ha pasado y debe pasar a la historia. El mundo ha cambiado en muchos sectores y también en política. Ya son muchos los mismos republicanos de EEUU que ven con malos ojos la postura de su líder, que está desprestigiando notablemente la democracia del país.

Ante el televisor estaba yo con unos amigos y uno de ellos, que vivió allí muchos años, me decía que peligra la democracia y esto puede llevar a una guerra civil. Sería sumamente grave. Y muy posiblemente sea un caldo de cultivo fundamental y necesario para el nacimiento de más partidos alternativos a los dos tradicionales que configuraron allí el bipartidismo: demócratas y republicanos.

Tradicionalmente la trasmisión de poderes en la Casa Blanca gozaba de un gran seguimiento y un protocolo que nadie osaba trastocar. En esta ocasión, con un señor que se niega a irse y que repite continuamente “nos robaron las elecciones” las cosas pueden cambiar. Y lo más grave es que ha conseguido algo muy triste, que es dividir a la sociedad americana. Siempre los norteamericanos presumían de serlo, fuesen del signo político que fuesen. Se sentían orgullosos y esto puede venirse abajo. También es cierto, y sin pretender ofender, que a aquel gran país le falta la historia que dan los siglos. Es un país joven en el contexto mundial y esto se trasluce en salidas de tono como la que comentamos. Los siglos dan cordura y sensatez.

Más grave todavía son las palabras de Trump, que siguen recordando a los estadounidenses que la lucha seguirá hasta el fin. ¿Hasta qué fin? Por lo que se colige, este señor es la antítesis de un demócrata y la simiente de un verdadero dictador al que únicamente le vale lo suyo y lo demás no le importa aunque para ello mueran en el Capitolio personas por él azuzadas. Mucho me temo que el final de esta historia pase de una comedia a un drama que marcará a toda la población.

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