Opinión

De la filantropía a la caridad

Sin lugar a dudas, el santo y seña del cristianismo es la caridad, que se basa en la lectura de todo el Nuevo Testamento. Sobre todo el apóstol “predilecto”, San Juan, que nos representó a todos al pie del Gólgota, sobre todo en sus cartas, deja muy clara la esencia de esta virtud teologal que San Pablo, escribiendo a los corintios, lo recuerda claramente: “Si no tengo caridad de nada me sirve…” Hoy en día, en el mundo existen muchas ONG y grupos de voluntarios que, si son cristianos de verdad, todo lo que hacen es en virtud de esa doctrina eclesial, sobre todo en misiones. Sin duda alguna.

Pero hay una división bien clara. Algunos también lo hacen por filantropía, en virtud de sus intereses humanitarios. Y esto es bueno sin duda. Con todo, la práctica de la caridad va mucho más allá. Se realiza siguiendo la primera carta de San Juan, porque somos hijos de un mismo Padre que es Dios y, recalca: “no se puede amar al engendrado sin amar al Engendrador”. Aquí está la raíz profunda. Reducir nuestras ayudas y obras a la filantropía, con ser una acción laudable, dista de la perfección que ofrece la caridad cristiana.

Hace años lo dije aquí al hablar de la “tolerancia”. Muchos lo confunden. La tolerancia, que emana de la filantropía supone dos planos: el tolerado que está en segundo lugar y el tolerante que está encima. Esta es la gran diferencia. En la caridad cristiana sólo existe un plano: todos somos hermanos, hijos de un Padre común que quiere que amemos como Él nos amó. Y tenemos la obligación de amar para ser coherentes porque: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn. 13, 19).

Tengo muy claro que los Derechos Humanos serían muy poco si antes no se hubiesen predicado las Bienaventuranzas. En ese célebre documento de 1948 está muy claro el espíritu del mensaje cristiano. Vivimos, como es obvio, en la era cristiana y es claro que esta sociedad, de una manera u otra, es deudora de las esencias cristianas. De hecho, además de las distintas confesiones cristianas muchas son las sectas que beben en sus esencias aún cuando después se desvíen.

Por eso los verdaderos creyentes están llamados a practicar la caridad, que es lo que nos une. Nada menos que el día de Jueves Santo, Cristo nos legó tres cosas fundamentales: el Sacerdocio, la Eucaristía y la Caridad. Reducir el cristianismo a la mera filantropía o hermandad sin esa visión transcendente, está cuando menos en dudosa situación cristiana. Posiblemente sea esto una consecuencia más de la ambigüedad doctrinal falta de profundidad teológica.

Te puede interesar