Opinión

La generosidad de una niña

El viaje apostólico del papa al Congo y Sudán del Sur sin duda marcará este pontificado y del futuro de la Iglesia. Son sólo dos ejemplos del rosario de países africanos que sufren las mismas penas y lloran las mismas lágrimas de la guerra, la explotación, el subdesarrollo y la miseria de sus gentes.

Dos países unidos por la misma desgracia de la guerra y de la explotación. Por diversos motivos, sin paz y desarrollo, sin vivir en sus ciudades ni plantando la tienda en sus campos. Víctimas de males internos (como el tribalismo y la corrupción) y externos (como el evidente colonialismo económico de las grandes potencias, que esquilman sus riquezas y, para hacerlo impunemente, imponen la censura y el silencio casi absoluto a sus fraudulentas actividades en ambos países). Y al papa le duele África y su pobreza, que la ha tocado con sus manos y abrazado sin hablar de oídas ni en teoría. Ha olido la miseria, a los descartados y a las víctimas y escuchado sus relatos estremecedores. 

Como el del chaval que le contó cómo vio matar a su padre y cortarlo en pedazos. Y se le rompió el corazón ante esos rostros concretos. Y hasta pidió a Dios el don de mezclar sus lágrimas con las de las víctimas. Sentado en su silla de ruedas, clama, alto y claro, contra los depredadores de los pobres. Las grandes cadenas televisivas silencian sus mensajes y sólo “venden” lo superficial o lo anecdótico. Sigue luchando, a tiempo y destiempo, por los empobrecidos, descartados, los sin voz. Y se deja la piel y su resquebrajada salud en el intento; es su misión: defender a los sin defensa. Defensor de los pobres, auténticos vicarios de Cristo.

Africa es la esperanza y futuro de la Iglesia. En cantidad y en número de fieles. Pero también en calidad o en práctica religiosa, según demuestra un reciente estudio, que certifica que muchos países africanos alcanzan un porcentaje de más del 90% de práctica religiosa, mientras en España no llegamos al 25% y en Francia, al 8%. Europa y el mundo desarrollado dan la espalda a la fe, que hasta languidece en Latinoamérica, pero resurge con fuerza en tierras africanas. Y es que el Evangelio es para los pobres. Por eso, Francisco pide insistentemente a la Iglesia africana que se convierta: “Soy papá, no tengas miedo”. 

Nour y otras historias con rostro de la tragedia, clericalismo y el carrerismo, de lo que habló el papa Francisco, para hacerse una Iglesia samaritana, misericordiosa y en salida. La Iglesia de la primavera que busca Bergoglio y que, por desgracia, con muchos palos en las ruedas lo están impidiendo.

Te puede interesar