Opinión

Dos importantes fechas

En España, desde la aprobación de la Constitución se ha instaurado la costumbre en casi todo el país del célebre “puente” que celebramos esta semana que acaba. La gente disfruta de dos días, uno del Estado y el otro de la Iglesia. Esto ha acontecido esta semana.

La Carta Magna de los españoles es la ley máxima que todos estamos llamados, tras su mayoritaria aprobación, a seguir, cumplir y respetarla. Lo contrario estaría en contra de la ley y las leyes son para cumplirlas. Incomprensible sería jurarla o prometerla y después obrar en contra. Para su obligado cumplimiento están el poder judicial y el legislativo. Llamados a cumplirla y a hacer cumplirla sin excepciones.

La otra fecha de esta semana pasada es la solemnidad de la Inmaculada Concepción patrona de toda la Península Ibérica (España y Portugal). Una verdad declarada dogma por el beato Pío IX en 1854 con la bula “Inefabilis Deus”. Decía San Juan Pablo II: “Decir España es decir María”. Por algo el dicho de que “es tierra de María Santísima”.

Fue el rey Carlos III, el 25 de diciembre de 1760, quien pidió y consiguió que se declarase a la Inmaculada como patrona de la nación española. Sería triste que hoy, olvidando la historia, se cuestionase incluso esta solemnidad. Y el rey Juan IV de Portugal consigue lo mismo el 25 de marzo de 1646, depositando su corona en la cabeza de la imagen de la Virgen de Villaviciosa. Y allí sigue.

Es una fiesta entroncada en la idiosincrasia del pueblo y ha sido, a lo largo de la historia española, fermento de catolicidad. Zaragoza, Barcelona, Alcalá, Salamanca, Granada, Baeza, Santiago, Toledo, gremios, cofradías y universidades son un  ejemplo transmitido incluso al nuevo mundo. Desde el siglo VIII se celebra esta fiesta en Oriente y desde el IX en Occidente.  Desde que en el siglo VII cerca de Jerusalén, san Andrés de Creta compuso su himno a la Inmaculada, la Iglesia canta esta fiesta con solemnidad. De Oriente a Occidente, llegando a ser la gran fiesta de los normandos. En España, ya en el siglo XII honrábamos a la que hoy es la patrona de la Patria. En Roma, desde el siglo XIV. Desde 1693 es fiesta de primera clase. Hoy es solemnidad en toda la Iglesia.

La bula “Inefabilis Deus” no hizo más que consolidar lo que ya los españoles profesábamos desde siglos. En 1333, Alfonso IV funda en Zaragoza la Cofradía de la Inmaculada y en 1390 es declarada fiesta en Barcelona que , según el Tribunal de Ciento, “debe ser declarada como ‘diumenge’ y anunciada con tambores y trompetas”. Las Cortes Catalanas del 9 de abril de 1456, con el rey al frente, la declaran como una fiesta mayor, y así continuaron los Reyes Católicos.

Hoy se habla tanto de la liberación de la mujer, y me acecha la duda de si se entiende en su profundo sentido lo que esto significa. No es liberación de la mujer la utilización del cuerpo, al convertir a la mujer en señuelo, objeto de propaganda en la sociedad consumista. Y es terrible crimen la violencia de género desgraciadamente tan “de moda”. La Virgen Inmaculada es un contundente ejemplo a seguir también en el mundo de hoy.

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