Opinión

Incomprensibles tradiciones

Vivimos en un mundo en el que existen algunos que caen en incomprensibles contradicciones. Se resalta la igualdad de todos y, después, parece que se clasifica a las personas según su signo ideológico, político e incluso religioso. Y con esto de los populismos la cosa se acrecienta. Si uno aplaude a cualquier partido de izquierdas, entonces se es demócrata y se respeta. Pero si lo mismo hace con una formación de derechas, populismos incluidos, se les califica de fachas, se les echa lejía a sus pies, escraches y demás. 

Cada cual tiene su ideología y deben respetarse todas por igual en virtud de esa igualdad entre todos los humanos. Igual vale el voto del rey que el del último, si lo hubiere, sea de la profesión que fuere. Esto es democracia. Lo demás es sectarismo rechazable. Respetando se puede cimentar la convivencia e ir adelante los pueblos. El desprecio sea al rico o al pobre está lejos de ser exponente de democracia. Algunos da la impresión de que tienen dos barajas. Una para ganar y la otra para evitar perder. Y parece que va a llegar un momento en el que las urnas se diversifiquen según el color del votante y esto sería gravísimo. Una persona un voto sea del signo que sea y su papeleta es tan digna y valiosa como otra cualquiera.

Muere, por ejemplo, alguno que perteneció a una banda terrorista y se vuelcan algunos en reiterados homenajes y algarabía en las calles. Matan a alguien que dio su vida en misiones por ayudar a los pobres y eso es noticia de relleno. Muy triste. Postergar a aquellos que piensan distinto es verdadero fascismo. He citado muchísimas veces la frase de Tierno Galván, a quien saben que siempre valoro porque era un verdadero demócrata, inteligente y hombre de Estado. Decía: “La categoría de una persona se mide por la capacidad que tiene de rodearse de gente que piensa distinto”. Don Enrique era un culto caballero y señor. En contradicción caen los que presumiendo de izquierdas se comportan en la vida como si fueran millonarios. Lo de 6.400 euros para unos señores procesados produce perplejidad, igual los escarches rozando la xenofobia y el racismo más rancio.

Es difícil entender lo ocurrido con Amancio Ortega. Gallego que ha creado una multinacional y sostiene puestos de trabajo en parte del mundo y reparte esas ganancias, teniendo al día sus cuentas con Hacienda. Es criticado tratando de forma peyorativa sus donativos como “limosnas”, cuando el destino de sus donaciones va para servicios públicos necesitados. El rechazo a las críticas de la donación de Amancio Ortega ha sido casi mayoritario, sobre todo del sector de la sanidad.

Tienen razón: 310 millones dedicados al equipamiento oncológico en un programa desde 2015 en Galicia y hoy en todas las comunidades autónomas. Dona becas para alumnos de toda España para estudiar en EEUU, 40 millones de euros hasta 2020. Hasta el año pasado, 2.325 alumnos habían recibido ayudas para formarse. Se han invertido más de 70 millones. En 2018 Inditex donó más de 46 millones de euros a programas sociales, de educación y a favor del empleo. En 2018 se beneficiaron dos millones y medio. Lo donado a Cáritas se invirtió en fomento del empleo de personas en situación de exclusión social en España y a programas de salud en Camboya, Cogami, Fundación Molí, Moltacte y Fundación Prodis. ¿Qué razones ocultas puede haber para criticar estas donaciones?

Al pueblo español, como ha demostrado a lo largo de la historia, le gusta la moderación, la paz y la relajada convivencia entre todos. Tal vez por eso la frase de Tierno. El futuro debiera pasar por el mutuo entendimiento y el respeto absoluto para todas las ideologías que sepan contribuir a esa paz y entendimiento que se llama Concordia. Los recientes resultados electorales debieran encaminarse por ahí.

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