Opinión

Josefa

Con esto de la distancia, tarde me he enterado de la jubilación de Josefa Ledo López, uno de los referentes del Obispado de Ourense desde que aquel gran sacerdote entusiasmado con el tema misionero, Aurelio Grande, la escogió para ser la secretaria de la Delegación de Misiones. Un gran acierto en la elección como se demostró a lo largo de 45 años y 145 días que permaneció en esa delegación. Siempre atenta a todos, prestando un inestimable servicio a la Iglesia, acogedora y sobre todo ofreciendo una imagen con una sonrisa tratando de prestar ayuda a todos.

Esa colaboración y ayuda se manifestó a lo largo de los años en múltiples actividades que impulsó y acompañó: La CMD, el grupo Gesto y la ayuda a la misión de Jipijapa, o finalmente impulsando la exposición de belenes del mundo. Pero sobre todo, el interés que tenía por todos los misioneros ourensanos esparcidos por el mundo. Los conocía por nombre y apellidos y en las reuniones anuales que preparaba con esmero era el alma. Y nada digamos el interés que manifestaba en la campaña del Domund o de la Santa Infancia.

Quisiera poner hoy aquí dos anécdotas que creo reflejan la realidad. De toda la diócesis es conocida la figura de Paco en la Curia, que era una verdadera enciclopedia. Nadie sabía más que él sobre la diócesis. Hasta tal punto que en uno de los exámenes que antes tenían los sacerdotes cada tres años, a uno muy conocido y hoy fallecido, le preguntaron: “¿Qué es la Curia?” Respondió sin más: “La Curia es Paco”. Fue célebre la anécdota. Pues del mismo modo podemos afirmar sin dudarlo que la Delegación de Misiones durante tantos años era Josefa.

Pero con un detalle a tener en cuenta y que es su humildad. Porque (y aquí otra anécdota) muchos de los que trabajan en los servicios eclesiales corren el riesgo de creer que aquello es “su” huerto. Así decía uno con mucha gracia: “Os que traballan nas parroquias o primeiro ano din ‘as galiñas do señor abade’; no segundo ano, ‘as nosas galiñas’, e a partires do terceiro non dubidan: ‘as miñas galiñas”. Pues bien, tanto Paco como Josefa nunca siguieron ese refrán, respetando siempre y consultando a quienes ocupaban el lugar como responsables máximos. Y de esto, después de haber vivido veinte años en esa casa, tengo sobrados ejemplos que indican la categoría humana y la responsabilidad tanto de Paco como de Josefa.

El tiempo, los días y las generaciones pasan pero quedan siempre estos testimonios de los que se ha beneficiado la diócesis de Ourense. Han pasado varios obispos y estos dos personajes quedan en la historia del Obispado de Ourense como unos referentes únicos e imitables sin duda alguna. Gracias Josefa, muchas gracias desde el cariño, el afecto y la amistad igual que desde siempre he profesado también al inolvidable Paco.

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