Opinión

¡La cruz!

Hay decisiones que conducen a muchos a la perplejidad, fundamentalmente por la incoherencia, falta de sentido común, respeto y por quebrantar gravemente la paz social de un pueblo. A mi modo de ver, esto es lo que ocurre cuando se atacan, destruyen y menosprecian los símbolos religiosos seguidos y respetados por una mayoría. Recientemente se vio en España, y en concreto en Córdoba, en Aguilar de la Frontera, frente al monasterio de las carmelitas descalzas, cuando por orden municipal se echa a la basura una cruz que presidía la entrada y que era venerada por gran parte del pueblo.

¿A dónde quieren llegar? ¿A hacer lo mismo con la Cruz del Valle de los Caídos? ¿Es esta la sociedad que se pretende crear en este país? Sinceramente opino que ese camino está lejos de conducir a la concordia y a la convivencia. Una grave decisión que parece ignorar la historia de España, que nada sería sin esa fe transmitida a través de los siglos. Imaginen que se pretendiese hacer lo mismo en el resto de España, comenzando por la destrucción de nuestros cruceiros de los que magistralmente habla Castelao. Sería un ataque a las creencias pero también al arte y a la misma etnografía, comenzando por el de Hío. En todos los pueblos existen incontables cruceiros en los cruces de caminos y en los más diversos lugares. Y fueron creados siguiendo el sentir de un pueblo creyente. Destruir estos iconos es, sin duda, un despropósito que a nada conduce.

El Viernes Santo, en la veneración de la Cruz se canta: “Mirad al árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”. Desconocen la historia quienes son incapaces de asimilar lo que significa la cruz para toda la humanidad. Allí estuvo clavado el líder irrepetible cuyo mensaje rezuma misericordia, perdón y paz. Todo un Dios sin dejar de ser humano. Me pregunto muchas veces si quienes atacan lo que significa la cruz se han leído siquiera de paso el mensaje del crucificado, las Bienaventuranzas y todos los gestos, palabras y actitudes de concordia desde el mismo patíbulo de esa cruz.

Es cierto que resucitó, pero pasando antes por el cumplimiento de las Escrituras sufriendo una muerte cruel hasta la última gota de sangre. Y aun en esa tortura, y desde esa tortura, pronuncia palabras de perdón para los que le colgaron allí y para los sacrificados con Él. Esta es la realidad.

Durante veinte siglos el pueblo ha crecido en torno a esa cruz como signo de amor y entrega que le ayudó y sigue ayudando a construir un mundo mejor. Ignorar esto supone causar un grave daño a la libertad religiosa. “La cruz es símbolo, representación y cimiento de nuestra sociedad de derecho”, como afirma el párroco de Aguilar, que reconoce que “el hecho en sí nada bueno puede traer para el pueblo”. Porque una cosa es la laicidad, que defiende el Evangelio, como dijo Benedicto XVI en Francia, y otra el laicismo que genera innecesarias confrontaciones.

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