Opinión

La cultura del ruido

El cardenal de Valencia, monseñor Cañizares, es una persona seria, culta y de contenidos capaz de remar, cumpliendo su misión, incluso contra la corriente algunas veces agresiva de algunos grupos. En la reciente inauguración de los cursos de verano de la Universidad Católica Valenciana (UCV) ha lanzado una idea fundamental: “Ante la dictadura del ruido nos urge hablar y obrar a favor de los hombres y la sociedad porque hoy hay muchísima palabrería y dramatismo y no se deja tiempo para la escucha y el silencio”. Y siguiendo con la misma idea de su conferencia afirmó: “El silencio y la libertad interior son condiciones para poder escuchar a Dios, que nos invita a actuar siempre a favor de la paz, la convivencia y de los más desfavorecidos y la atención a los fines esenciales de la vida. Corremos el riesgo de vaciarnos y que ese ruido haga de nosotros simples piezas del sistema” subrayó.

Tiene toda la razón del mundo. La gente vocifera, habla a gritos y cada día somos más los sordos. Incluso vemos por la calle a muchas personas con esa plaga de los teléfonos móviles hablando. Y nada digamos si vamos por cualquier calle en la que haya pubs con música a tope; o se organice una fiesta. La música a unos decibelios ensordecedores y después algunos se quejan si tocamos las campanas de las iglesias… 

La misma música de hoy en día, en grandes proporciones, es un ruido inmenso y, además, los jóvenes y también los mayores, se colocan el “pinganillo” y “pasan” de todo olímpicamente. Como los que hacen gimnasia, senderismo o simplemente combaten el colesterol, van con los inseparables aparatos en los oídos lo cual les impide hablar y sobre todo escuchar. Esta es la realidad. De aquí que se impone la cultura del ruido por todas partes. Es muy difícil hoy en día encontrarte en medio del monte o de la playa o en el jardín a una persona plácidamente sentada leyendo y reflexionando.

En mis visitas a Argentina tengo unos primos que poseen una casa en una isla del delta de La Plata y las noches allí son deliciosas y la convivencia únicamente rota por algún pájaro que nos facilita una paz inmensa. Eso hoy es muy difícil conseguirlo en las ciudades.

Las personas, como también recordaba Cañizares, vivimos en la necesidad de un movimiento de vaivén entre la entrega a las tareas y trabajos diarios que nos ocupan y la retirada de las mismas para poder reflexionar y conservar nuestra esencia humana sin convertirnos en objetos. Estos cursos de la UCV constituyen un lugar de encuentro académico que permite plantear cuestiones para avanzar en el desarrollo personal respecto de las diferentes ramas del saber y en el asentamiento de virtudes y valores que permitan servir a la sociedad y a la Iglesia. De aquí la llamada del cardenal a la búsqueda de momentos de silencio y reflexión.

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