Opinión

La ecología, tema de fe

En la pasada Navidad, un padre capuchino dirigió una charla a la Curia romana con la presencia del Papa. Aquella predicación tenía como objetivo situar a la Persona divino-humana de Cristo en el centro de los dos grandes componentes que constituyen "lo real", o sea el cosmos y la historia, el espacio y el tiempo, la creación y el hombre. Para ello recalcó que "a pesar de todo lo que se habla de Él, Cristo es un marginado en nuestra cultura y está totalmente ausente" en el mundo contemporáneo, "en la ciencia, la filosofía" e incluso "entre las religiones".

Entre los temas abordados comenzó: "Cristo, Hijo de Dios ¿tiene algo que decir sobre la ecología y la salvaguarda de la creación, o ésta es independiente de Él, como un problema que afecta, eventualmente, a la teología, pero no a la cristología?” Hablando de la evolución del orden social, el Concilio Vaticano II afirma que "el Espíritu de Dios que, con admirable providencia, dirige el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra, está presente en dicha evolución". Un autor anónimo del siglo II afirma que "lo que el Espíritu de Dios obró en el momento de la creación, lo obra ahora el Espíritu de Cristo en la redención". ¿Actúa Cristo en la creación y tiene algo que decir sobre los problemas prácticos que el reto ecológico plantea a la humanidad y a la Iglesia? Cristo desempeña una función decisiva también sobre los problemas concretos de la salvaguarda de la creación, si bien la desarrolla de manera indirecta, o sea trabajando sobre el hombre y a través del hombre sobre la misma creación.

También afirmó que la novedad traída por Cristo a este ámbito es que él ha revelado el verdadero sentido de la palabra "dominio", como es entendido por Dios, lo que quiere decir, "como servicio". Mientras todas las motivaciones que los teólogos han intentado dar a la encarnación -al "por,qué Dios se ha hecho hombre"- caen ante la evidencia de la declaración en la que dice: "He venido para servir y para dar la vida para muchos". De manera que se trata de aplicar "esta nueva idea de dominio" también a la relación con la creación, sirviéndose ciertamente de ella, pero también "sirviéndola", lo que significa, "respetándola, defendiéndola y protegiéndola de cualquier violación".

El segundo componente del que habló fue una llamada fuerte a la sobriedad y austeridad en el uso de las cosas, tal como nos lo demuestra el mismo Creador que, haciéndose Hombre, se contentó con un establo para nacer. De modo que todos, creyentes y no creyentes -dijo- estamos llamados a comprometernos con el ideal de la sobriedad y del respeto de la creación, si bien nosotros los cristianos "debemos hacerlo por un motivo y con una intención más diferente". Puesto que "si el Padre celestial hizo todo por medio de Cristo y con vistas a Cristo, también nosotros debemos tratar de hacer todas las cosas así”, es decir, "con su gracia y para su gloria", incluyendo lo que hacemos en este día.

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