Opinión

La familia

Suelo decirle a las familias con las que trato que la educación de sus hijos tiene que pasar por tres pilares básicos. Sin ellos será muy deficiente la formación de las futuras generaciones. El ejemplo, la autoridad y el amor deben guiar la vida de los hogares para que la cosa funcione.

Estamos viviendo una época en la que, si somos realistas, comprobaremos que la convivencia familiar es muy diversa y aquella familia tradicional, aun conservándose en gran parte de la sociedad, es claro que ha ido a menos. Y han sido múltiples las causas de este descenso. La sociedad de consumo y sobre todo la falta de estabilidad son algunas de las causas. Hoy les cuesta a muchos creer en las cosas estables y permanentes. Porque se nos ofrecen cada día nuevos motivos y variados alicientes que hacen que las personas cambien de día en día.

Son muchos a los que cuesta admitir el “para siempre”, “hasta que la muerte nos separe”. Esta es la realidad que debemos afrontar con gran ánimo de restaurar divisiones y orientar criterios. Hay cosas que nunca debieran cambiar, por mucho que algunos piensen de forma distinta. Y una de ellas es el amor que nunca puede reducirse a algo voluble y pasajero como fruto de las variables circunstancias.

Porque el amor es algo más serio y profundo que una relación de un momento de euforia incontenida. Debieran tomar algunos más en serio las decisiones. Compartir casa y cama requiere una sensata reflexión, y sobre todo pensando en el futuro. He sido testigo algunas veces de las lágrimas de algunos niños: “Mis padres no se quieren”, me decía una niña. Y añadía: “Lloro muchas veces en mi habitación al oírlos gritar”.

Y sobre todo la educación de los hijos requiere una estabilidad y un clima que acaso hoy en día en muchos hogares cuesta sostener después de traumáticas rupturas de los cónyuges. Todos hemos sido testigos de situaciones lamentables fruto de esas divisiones. Dirán algunos que es mejor la separación que la convivencia con continuas crispaciones. 

Y en esa educación, los progenitores debieran tener muy presentes esos tres pilares que señalábamos al comienzo. Sin el ejemplo y el amor es difícil la formación. Pero también si claudican de la autoridad que marque las verdaderas pautas de su crecimiento. Las casas nunca pueden convertirse en una anarquía en la que cada uno entra, sale, come o duerme cuando le apetece. Si desaparece ese clima de hogar impregnado de esos tres principios va a ser muy difícil que los hijos rindan en el colegio y en definitiva puedan salir airosos en su formación.

La Iglesia celebra hoy el “Día de la Familia” y el mismo papa es consciente de la situación. La familia es la batuta y la sociedad marchará bien cuando esa dirección sea auténtica creadora de valores, que es de lo que se trata.

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