Opinión

Las nefastas mochilas

Pobres niños! ¡La que les espera el día de mañana como consecuencia de esas nefastas mochilas cargadas con tanto peso! ¡Pobres espaldas! Cada día al entrar en el instituto en el que doy clases tenemos que subir una pequeña rampa y a mí se me cae el corazón viendo incluso a los de Primaria con unas tremendas mochilas, que ya ni las ruedas de las mismas les consiguen aligerar el peso. Y los de Secundaria, sus mochilas carecen de ruedas y las llevan colgadas a la espalda con un peso tremendo y además con el riesgo de que, como las llevan a la espalda, incluso les pueden robar. Sé de varios casos a los que les desaparcieron los móviles que, bien en la mochila o bien el bolsillo trasero del pantalón, tratan de llevarlos.

Y me viene a la memoria la conferencia que le oí al expresidente extremeño Rodríguez Ibarra, que sostenía que debiéramos dejarles utilizar los móviles en clase que con las tecnologías actuales serían la mejor biblioteca. Pero claro, para eso habría que educarles, pues se van siempre Wasap, Instagram y otras aplicaciones. Si fuesen capaces de utilizar su teléfono como hacen cuando quieren copiar, entonces sobrarían muchos libros.

Las generaciones cambian. Cierto. Pero es verdad que la nuestra teníamos un libro y punto, e incluso algunos aún recordamos la pizarra y el pizarrín. Hoy, el dispendio de los padres a la hora del comienzo de curso comprando libros, libretas y demás es muy grande, creo que injusto para con ellos. Antes se decía que el gran misterio era saber el cúmulo de cosas que lleva una señora en su bolso. Pues más misterio es descubrir lo que llevan sus hijos en las mochilas, y si aquel día les toca educación física o plástica o dibujo o tecnología, la cosa ya sube quilos.

Otro tema escabroso es el continuo cambio de libros de texto. Algunos que poseen hermanos lo lógico es que les valiesen de un curso para otro; pero cambian incluso sin avisar a los profesores muchas veces. Te dicen que está agotada la edición anterior y tienes que callarte. Bien creo que es, el inicio de curso, el momento del gran negocio para las editoriales y esto es de todo punto injusto. Como lo es, y que me perdonen, que el libro debe utilizarse y escribir en él y colorearlo, total que para el curso siguiente hay que comprar otro. Muy triste.

Claro que lo más grave de todo esto es el continuo cambio de planes de estudio que se hacen conforme sea el Gobierno de turno, algo incomprensible. ¿Para cuándo una ley de educación permanente y que obligue a los distintos gobiernos? Pero evidentemente para esto se requiere una visión de futuro y que las nuevas pedagogías dejen de marear la perdiz, porque quienes lo van a sufrir son los alumnos. Y nada digamos cuando el Gobierno autonómico o nacional redactan los libros según su ideología postergando muchas veces, sobre todo en historia, la objetiva realidad. En esto Pérez Rubalcaba y Alfonso Guerra eran hombres coherentes y con los pies en la tierra. Eran verdaderos líderes.

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