Opinión

Lo descubrí desde niño

Cuando me enteré de que el papa Francisco ha denominado octubre como “Mes misionero”, me llevé una gran alegría porque esa idea la tengo yo desde muy joven. En mi querida parroquia de Santiago das Caldas, siendo párroco nuestro llorado don Jesús Pousa, siempre fue así. Don Jesús dedicaba todo el mes a las misiones e incluso las colectas de todo octubre eran para misiones. Iba creando un clima contagioso. Las cosas siempre tienen una causa, y la Diócesis de Ourense ha sido siempre fuente de buenos y santos misioneros, empezando por san Francisco Blanco del Tameirón y el beato Aparicio de A Gudiña. Y a ello han contribuido muchos factores. 
Recogiendo el espíritu del santo del Tameirón y del beato Sebastián de Aparicio, en tiempo más reciente, desde el seminario se cultivó el espíritu misionero. El mismo don Jesús fue formador y, sobre todo, hay que tener en cuenta que Aurelio Grande antes de ser delegado de Misiones, fue también formador del seminario en épocas de abundancia de vocaciones, y así fueron saliendo seminaristas y sacerdotes para la labor misionera en todos los lugares del mundo. Y aun hoy hay muchos.
Es de justicia reconocer que en el campo misionero, Aurelio Grande fue un auténtico líder. A él se le deben muchas y variadas ideas: la CMD, Gesto, los festivales de la Canción Misionera y finalmente su gran ilusión que fue la misión diocesana en Jipijapa. Y revitalizó la devoción al santo del Tameirón y al beato de A Gudiña. Aurelio contagiaba el espíritu misionero con una humildad fuera de lo normal. Y supo rodearse de colaboradores que vivían y aún viven aquel espíritu. Sin duda a la cabeza de todos ellos está Josefa Ledo López.
Y aquel espíritu significó mucho. Tenía muy clara la vocación de la Iglesia, saliendo de los confines de la parroquia, la diócesis y la nación, para testimoniar la voluntad salvífica de Dios a través de la misión universal de la Iglesia. Estaba en permanente estado de misión, tratando de renovarse continuamente. Contagiaba Aurelio a todos los que acudíamos a él porque sabía, y bien, practicar la misericordia. La alegría del anuncio y dejarse querer y escuchar, sintonizar, acoger, acercarse al que lo necesita, allá donde estuviere sin desanimarse porque era un hombre de Dios y bien sabía de quien se fiaba.
Aquella siembra tarde o temprano florece y cuando los días 19 y 20 el espíritu misionero trate de inundar nuestras calles ourensanas con mesas, huchas, creando ambiente festivo, y jóvenes con guitarras, en lugares estratégicos de la ciudad, estarán recordando a todos que hay cosas más importantes que lo meramente material. Y precisamente en esta etapa sinodal que vive Ourense este evento contribuirá sin duda a crear ese ambiente que insistentemente pedía el obispo el día de la inauguración oficial de la Asamblea en una Catedral rebosante de fieles.

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