Opinión

¿Los Santos tristes?

En este domingo celebra la Iglesia católica la fiesta del bautismo de Cristo y es motivo más que suficiente para reflexionar en la puerta por la que los cristianos comenzamos nuestra andadura de fe dentro de una Iglesia que es santa, católica, apostólica y una. Es un comienzo para el caminar en un sendero que significa una cultura pero sobre todo una dimensión espiritual. Olvidar la dimensión trascendente que el bautismo significa sería desconocer el primero de los sacramentos, que antes de nada son signos sensibles y eficaces instituidos por Jesucristo para darnos la gracia. Y esta definición nos lleva a asumir las consecuencias íntimas que ello significa. Por el bautismo, como recordaba el arzobispo compostelano en la fiesta de la Traslación del Apóstol, el bautizado forma parte de ese Cuerpo de Cristo. Y lo seguía recordando don Julián Barrio al citar la célebre frase agustiniana: “Nos hiciste Señor para Ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”.

Por el bautismo, también en esta época tan complicada y triste de una brutal pandemia, todos los cristianos estamos llamados a la esperanza y a la alegría que el papa recientemente ha recordado: “El camino de la alegría no es fácil, no es un paseo”. El papa fustiga a los cristianos “con cara de funeral que no dan testimonio de la alegría, porque la espera que vivimos es alegre, un poco como cuando esperamos la visita de una persona a la que queremos mucho. Cuanto más cerca de nosotros está el Señor, más estamos en la alegría; cuanto más lejos está, más estamos en la tristeza”. Y terminaba el papa Francisco: “El cristiano es alegre, incluso en medio de las dificultades. Es una regla para los cristianos. Una vez, un filósofo decía: ‘No entiendo cómo se puede creer hoy si los que dicen creer tienen cara de funeral”.

En el fondo, lo que le ocurre a muchos bautizados es que olvidan la frase de San Agustín que hemos recordado y que hemos citado aquí muchas veces. El corazón humano tiene ansia de infinitud. Las cosas nunca le llenan y de ahí la tristeza y la inquietud que son radicalmente contrarias al ser del mensaje evangélico. 

Por eso, volviendo al mensaje del papa, “la primera condición de la alegría cristiana radica en descentrarse de uno mismo y poner en el centro a Jesús. Esto no es alienación, porque Jesús es efectivamente el centro, es la luz que da pleno sentido a la vida de cada hombre y cada mujer que vienen a este mundo. Orientar hacia las exigencias del bautismo es la alegría, característica de nuestra fe, incluso en los momentos oscuros. Si la fe es triste, sería un mal síntoma”.

Incluso durante esta ya larga pandemia los creyentes estamos llamados a ofrecer un rostro de esperanza. Hay una frase de San Pablo a los romanos (8,28) a la que trato de seguir muchas veces y la aprendí de mi querido obispo Temiño, que la repetía muchas veces en latín: “Diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum” (para los que aman a Dios todo les sirve para el bien). Sería una buena reflexión para este comienzo de año.

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