Opinión

Mientras otros se divierten...

De vez en cuando los medios de comunicación también nos ofrecen noticias tiernas y buenas que nos hacen pensar e incluso emocionar. Hace un tiempo que los medios publicaron la imagen de un niño, Víctor Martín Angulo, peruano de la ciudad de Moche, de 11 años, cursando sexto grado de primaria, estudiando bajo la luz de una farola porque en su casa, que era tan pobre, carecía de agua y luz. Un millonario filántropo de Bahrein, Jacob Mubarak, de 33 años, que es dueño de una fábrica de chocolates en Londres, decidió viajar hasta Perú para socorrer al niño y darle un nuevo hogar y garantizar trabajo para su madre. ¡Ha salvado al niño! Dijo que le va a comprar una casa que tenga luz y le va a pagar los estudios. El caso, conocido a través de redes sociales, provocó una reacción altruista traspasando fronteras y dando la vuelta al mundo en pocos días. La manera con la que Víctor sacaba adelante sus estudios fue aplaudida por las redes sociales. Y el alcalde del pueblo se comprometió a pagar los recibos de la luz y material escolar.

En nuestro mundo la mayoría de los niños que lo tienen todo, no piensan más que en jugar. Sin embargo, algunos, como este peruano, en muchas partes del mundo carecen de lo básico y prestan más atención a sus tareas de la escuela, ya que saben que quizá sea la única manera de sacar adelante a su familia. Afirmó: “Yo de grande quiero ser policía para poder atrapar a todos los corruptos. Quiero salir adelante, y que tenga yo luz para no salir a la calle. Quiero sacar adelante a mi familia”. Y su madre dijo: “Mi hijito dice que con una vela está muy agachado y prefiere irse afuera porque con el poste puede agacharse, tirarse o sentarse”.

El ejemplo de Victor Martín debiera ser inspiración para muchos niños del mundo de hoy en día. Por desgracia mucha de nuestra juventud solo piensa en divertirse y gozar con la nueva tecnología, drogados con tantos artilugios modernos que distraen sus mentes y poco más. Totalmente absortos en los pinganillos que les van ofreciendo la música del momento para lo cual caminan como autómatas pasando de todo cuanto acontece a su alrededor.

Es la triste realidad de nuestra sociedad actual en la que unos nadan en la abundancia y en los vicios del momento mientras otros se mueren de hambre, carecen de todo e incluso tienen que ir a estudiar bajo la farola de su calle. Se cuentan por millares los niños que mueren de hambre, jóvenes envejecidos prematuramente porque nada poseen para su futuro. 

Incluso niños armados para la guerra o prematuramente explotados en trabajos infrahumanos para poder recaudar al final del día unos céntimos para un poco de pan. De todo esto hay en este mundo de un progreso con enormes contradicciones e inmensas desigualdades.

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