Opinión

Nos gusta la fiesta

Antes de entrar en la Cuaresma celebramos con gran alegría los días de Carnaval. Y en algunos lugares, como es el caso de nuestra provincia, de una manera espectacular, sobre todo en la zona de Xinzo, Laza y Verín. Después de unos años de restricciones por la pandemia parece que ahora vuelve con todo su esplendor y fuerza el Carnaval, sobre todo en nuestra provincia en la zona típica de estas fiestas, en la que se unen folclore, tradiciones, gastronomía, fiesta y otros componentes que hacen único al carnaval ourensano.

Me atrevo a decir que estas fechas vienen muy bien para esta sociedad tan “secuestrada” por motivos sanitarios. La gente necesita del ocio como algo fundamental para su supervivencia. Por naturaleza, los humanos necesitamos de un tiempo de relax y para compartir alegrías, y esto pueden facilitarlo estas fiestas colocadas precisamente como prólogo del tiempo de Cuaresma para los cristianos.

Porque, volviendo a los célebres versos de Pemán: “Ni el rezo estorba al trabajo ni el trabajo estorba al rezar. Trenzando juncos y mimbres se puede lograr a un tiempo un cestillo para la tierra y un rosario para el cielo”. Porque me resisto a creer que la verdadera piedad sea una imagen triste y un rostro cabizbajo y desencajado. Eso nunca. Porque el estilo del cristiano debe ser ¡siempre! el de la alegría. Si algo bueno debemos tener los creyentes es el espíritu del día de Pascua, cuando el sepulcro estaba vacío y el gozo de los seguidores del crucificado fue inmenso y debe ser transmitido a lo largo de los siglos. Por eso es bien cierto que un santo triste es un tristísimo santo que nunca ayudaría a seguirle.

Ya lo decía Santa Teresa: “Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero”. Porque sigue siendo fundamental recordar que la religión es religión de vivos y nunca de muertos. Por eso el abominable crimen de Algeciras es algo desde todo punto incomprensible. Es un gran contrasentido la actitud de algunos que claman a Dios para matar. 

Ya sería hora de que, sobre todo las religiones monoteístas, movidas por un único Dios todas, haciendo caso al papa fuesen capaces de unirse y pactar entre ellas una paz duradera que produciría alegría y bondad. Lo otro ni es religioso ni mucho menos humano. Y, lo que es más increíble, es que siga propagándose por doquier la cultura de la muerte y gravísimo que ésta esté motivada por la religión. Nunca, pero menos en este siglo XXI, caben tantos regueros de sangre. ¡Nunca es momento para matar por el motivo que fuere, y menos la violencia de género!

Por eso viene muy bien este respiro de los carnavales para comprender que el camino es la alegría y el entendimiento, que es la virtud de los verdaderamente humanos. ¡Viva por ello el Carnaval! como un necesario respiro, sobre todo este año. Si estas fiestas logran relajar un poco las tensiones y enfrentamientos muy bueno sería para después poder vivir la Cuaresma.

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