Opinión

Aquellas pesas del reloj…

Siempre tengo muy presente el ejemplo de aquel reloj de pared que funciona con dos pesas colgando con sendas cadenas. Si nos ponemos frente al reloj, es difícil observar el descenso de las pesas. Pero si pasamos unos días, posiblemente al regreso las pesas están en el suelo. Necesitamos volver a tirar de las cadenas, subir las pesas y poner en hora el reloj. La diferencia es clara. Si permanecemos cerca, el descenso es imperceptible, pero si nos alejamos la cosa es diferente.

Lo mismo pasa con nuestra vida, nuestras actitudes y nuestros comportamientos. Como vivimos tan cerca de nosotros mismos desconocemos el descenso de nuestro nivel personal. Tienen que ser los que llegan de fuera los que capten nuestro devenir. Ya decía alguno que nadie es juez en su propia causa y menos en las del espíritu. Es la realidad de nuestras vidas y de ahí que necesitemos amigos verdaderos que son los que nos dicen lo que debemos oír. Los otros pretenden halagarnos diciéndonos solamente lo buenos que somos y marginando los defectos que todos tenemos.

La Cuaresma para los cristianos debiera tener en cuenta lo que acabamos de decir. Es necesaria una revisión continua y constante y este tiempo que señala el calendario precisamente está para eso: para una puesta a punto, para una revisión a fondo de nuestras vidas y, en suma, para tirar de esas cadenas que tal vez han dejado que las pesas descansen en el suelo sin danos cuenta.

Posiblemente los que nos llamamos y somos creyentes descuidamos este tiempo inmersos en la rutina que nos lleva por el camino del tener, olvidando que lo fundamental es el ser. Cuidamos de forma reiterada de ese tener intentando cada día rodearnos de más cosas, de más comodidades y llenando nuestras casas de todo tipo de artilugios muchas veces inservibles que acaso cualquier día nos llevan a dormir en el ascensor porque en casa el sitio se acabó. Pues de todo eso nos habla este tiempo cuaresmal. Una ocasión propicia para limpiar todo aquello que a nivel personal nos impide el buen funcionamiento de ese reloj de pared que tenemos parado porque nuestra preocupación va por otro camino.

El ejemplo es muy simple, acaso ya lo han pensado ustedes. Pero ciertamente nos lleva a caer en la cuenta, eso pretendo, de que necesitamos una puesta a punto para llegar la mañana de Pascua sabiendo que el Sepulcro está vacío y nuestras vidas un poco más ligeras para caminar mirando gozosos hacia adelante porque hemos sabido dejar tanto lastre que nos fue cargando. 

Y para ello tal vez sería necesario recordar que el sacramento de la penitencia, la confesión, sigue vigente e imperiosamente necesario. A veces sorprende como va tanta gente a comulgar en nuestras iglesias mientras se visitan poco los confesionarios. Acaso algunos se han ido al psicólogo que por encima les va a cobrar por tirar de esas cadenas de nuestro maltrecho reloj.

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