Opinión

Pilar fundamental

En este domingo después de Navidad celebra la Iglesia el día de la familia. Hubo una época en la que se reunían en Madrid, en Colón, gran cantidad de familias. Aquello acabó y se introdujo, creo que con muy buen criterio, la celebración de este día en cada diócesis. De cualquier forma, lo interesante es que se honre a esta institución social que sin duda es la primera célula de la sociedad.

Desde siempre la familia suele marcar el estilo de un país. Ha ido poco a poco menoscabándose esta institución hasta el punto de que junto a la familia tradicional han ido apareciendo otros estilos de convivencia. El tiempo y la misma sociedad juzgarán cuál es mejor. Me vienen a la memoria las palabras, pronunciadas en 1936 por cierto personaje de entonces que afirmaba que: “España sólo cambiará si nos introducimos en la familia, el Ejército y la Iglesia”. El sagaz lector juzgará si aquellas palabras fueron proféticas y si tenía razón. Me abstengo de juzgarlas.

Lo que sí tengo muy claro es que el entramado familiar posee un valor único. Cuando se destruyen esas uniones (del estilo que fueren) el sufrimiento y las consecuencias las padecen todos sus miembros. Baste constatar cómo asumen algunos hijos las rupturas de sus padres y después su formación va casi siempre a la baja. Les suelo decir a mis alumnos que tenemos que rodearnos de gente que haya mojado su almohada. Se me acerca uno y me dice: “Yo he llorado y lloro mucho cuando veo a mis padres pelearse y distanciarse. Muchas noches no duermo y lloro, mojando mi almohada”. El chico, de los últimos cursos de la ESO, con buena inteligencia, fue bajando y después sus compañías y diversiones fueron cambiando. 

Es la realidad que debiéramos tener presente. Es cierto que muchas veces es mejor la separación que el calvario de una mala convivencia diaria. Pero el nido, que es el hogar, cuando se rompe, crea una situación lamentable. Y dejemos a un lado la violencia de género que esa es otra. Quisiera aclarar que también conozco a matrimonios separados que asumen la situación y conviven. Pero hay rupturas muy traumáticas. Por eso, en este día la Iglesia quiere volcarse teniendo en cuenta la familia de Nazaret y ruega e insiste en el verdadero amor que debe unir todos los hogares si queremos que sean lugares de encuentro, diálogo, paz y, en suma, entendimiento. Si eso se consiguiese tengo muy claro que la misma sociedad aprovecharía este logro y sería mucho más de concordia.

Acaba un año y en los albores del próximo los votos para todos van en esa dirección. Los gobiernos que primen a la familia sin duda estarán en el camino cierto, eso creo. 

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