Opinión

Lo plasmó muy bien Rembrant

A lo largo de la Historia de la Salvación aparece de diversas maneras la figura del Creador, desde un Dios justiciero a un Dios que es amor y a quien podemos llamar Padre, como escribe San Juan. Este apóstol, el predilecto, habla como nadie del verdadero amor y de la fraternidad fundamentada precisamente porque somos hijos de un mismo Padre. Por eso somos mentirosos si decimos amar a Dios, a quien desconocemos, mientras ignoramos a los que caminan a nuestro lado. Nunca se puede amar al engendrado sin amar al Engendrador. Es la caridad fraterna que debiera ser el santo y seña para todos los creyentes. Lo demás sería inútil incluso echar nuestro cuerpo a las llamas: sin caridad nada somos, como recuerda San Pablo a los Corintios.

Todos tenemos en la mente aquel cuadro de Rembrandt dedicado al Hijo Pródigo. Se ve a éste arrodillado mientras es abrazado por su anciano padre. Pero hay un dato que muy bien reflejó el pintor. Las manos del padre: una es femenina y otra masculina para indicar que es padre y es madre. Lo es todo. Rembrandt Harmenszoon van Rijn (Leiden 15/7/1605 - Ámsterdam 4/10/1669) fue uno de los mayores maestros barrocos de la edad de oro neerlandesa de la pintura; es el artista más importante considerado en el momento cumbre de su cultura, ciencia, comercio, poderío e influencia política. Tras el éxito en la juventud, sus últimos años estuvieron marcados por la tragedia personal y la ruina económica. Rembrandt tenía un profundo conocimiento de la iconografía y así, en la representación de una escena bíblica, Rembrandt solía combinar su propio conocimiento del texto con su particular concepto religioso. 

El cuadro que comentamos está reflejando a un Dios Padre bondadoso, cercano y misericordioso que sabe acoger a su hijo que fue pródigo pero que vuelve a la casa paterna. Sólo conociendo los datos de la vida de este gran pintor se puede comprender muy bien lo que en realidad nos plasma en su célebre lienzo. En este día, solemnidad de la Santísima Trinidad, sería interesante volver la vista y leer detenidamente esta pintura. Es Dios Padre pero también es el Hijo que envió al mundo para llevar a cabo la redención y que sigue presente entre nosotros por medio de la Eucaristía - hasta el fin de los siglos- y guiados por esa persona invisible pero real que es el motor de la fe de todos los creyentes y que es el Espíritu Santo cuya solemnidad celebramos el pasado fin de semana. Por algo todos los actos en la Iglesia comienzan y acaban siempre citando a la Santísima Trinidad: al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Sería interesante recordar la doctrina católica que matiza las clases de culto: latría de adoración a Dios, dulía de veneración a los santos e hiperdulía de especial veneración a la Virgen María. Todas las fiestas y solemnidades que celebra la Iglesia a lo largo del año están encaminadas a lo fundamental, que es la Santísima Trinidad, que en su Hijo resucitado fundamenta la fe.

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