Opinión

¿Primera y última?

Recientemente el papa Francisco, en su visita a Bulgaria, en Rakovski, la capital católica del país, reunió a cerca de 300 niños a los que dio la Primera Comunión. Una hermosa ceremonia en la que les dijo: “Deseo animaros a rezar siempre con el entusiasmo y la alegría que tenéis hoy. Recordad que este es el sacramento de la Primera Comunión y no de la última, acordaos que Jesús os espera siempre. Por eso, os deseo que hoy sea el inicio de muchas comuniones, para que vuestro corazón esté siempre como hoy, en clima de fiesta, lleno de alegría y, sobre todo, de gratitud”. 

Hoy, día del Corpus, es la época de las primeras comuniones en las que muchos niños (iba a decir que la mayoría) celebran con gran alegría una ceremonia que nunca más van a olvidar. Porque en la vida de los creyentes es un momento único que se recuerda siempre. Viene a la memoria una experiencia que marcará los años de nuestra existencia.

Personalmente recuerdo siempre la mía, el confesionario en el que me confesé y el sacerdote al que me acerqué a confesarme y que ¡gracias a Dios!, aún vive. Como trato de revivir todos los años las primeras comuniones de más de sesenta que en la Capellanía lisboeta se acercan con ilusión a recibir a Cristo. Aunque existen casos en los que estas ceremonias tan espirituales poco menos que pretenden convertirse en una fiesta en la que pasa a segundo plano lo fundamental.

Siempre les digo lo mismo. Al preguntarle dónde está Dios, saben responder y me dicen que está en todas partes y en el Santísimo Sacramento del altar. Lo bueno es cuando les insisto con una segunda pregunta: ¿y, en el Santísimo Sacramento del altar, está como está en todas partes? Mis alumnos lo tienen bien grabado en la memoria. Una cosa es “ser” y otra es “estar”. La presencia es esencialmente diferente. En todas partes “está” pero en la Eucaristía “es” Él mismo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y divinidad. La fe católica defiende esa presencia sacramental como la “fuente y culmen” de toda la vida cristiana a la que se debiera encaminar todo el quehacer cristiano.

Evidentemente, el papa, siendo consciente de esta verdad esencial, les recordaba a aquellos niños que la Primera Comunión sea la “primera” de incontables comuniones a lo largo de toda la vida. Por eso los demás sacramentos debieran siempre ser administrados dentro de la celebración de la Misa. Triste sería que la vida de los creyentes se redujese a una primera vez, a lo sumo la Confirmación y acaso el matrimonio y las exequias.

Son estas celebraciones días de gozo como lo son las misas dominicales. Incomprensible que se haga la Comunión, incluso la Confirmación y luego a esperar a las exequias. Sería un contrasentido el hacer profesión de fe y después olvidarse de cumplir lo que ello significa. Simplemente se trataría de incoherencia o tener la ceremonia por la fiesta y “regalos” que se puedan recibir posteriormente. Fiesta sin duda, pero con un contenido y motivación de lo que ella significa. El Corpus y la procesión que hoy recorre nuestras calles nos lo recuerda.

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