Opinión

¡Que sea mejor!

Comenzamos un nuevo año y, más que nunca, deseamos que sea totalmente distinto y podamos volver a la tan ansiada normalidad. El año que acabamos ha sido de angustia, pena y dolor, mucho dolor en el que hemos perdido a muchos y hemos sufrido todos una pandemia que ¡ojalá!, ¡Dios lo quiera!, desaparezca pronto. Ha trastocado nuestras vidas y nuestra convivencia social y alegre a todos los niveles.

Pero tenemos que ser positivos, siempre mirando adelante y tratar de saber asumir las realidades y sacar enseñanzas para nuestras vidas. Todas las enseñanzas son pocas a la hora de formarnos como personas auténticas. Y la pandemia nos está facilitando datos y actitudes que debiéramos tener en cuenta. En primer lugar, tendríamos que llegar a la conclusión de que los enemigos nunca se miden por su grandeza, por las armas o por la fuerza. Estamos observando cómo un diminuto virus es capaz de poner al mundo entero en jaque. Difícil o imposible de conocerlo a fondo pero ya vemos el mal que está causando.

Por otra parte, la vida retirada. Estamos muy acostumbrados a tener nuestro cuarto de estar en la calle y en los lugares de ocio y como que somos incapaces de disfrutar de nuestros hogares, nuestras familias y también nuestra soledad. La pandemia nos ha dispuesto para tiempos de reflexión, de lectura y de formación interior en suma. Incluso para ordenar nuestras casas, nuestras vidas y ser capaces de conformar y llevar a la práctica un necesario plan de vida que nos oriente en nuestro vivir diario. Una persona que deje al socaire de la ocasión sus actuaciones nunca podrá ser verdaderamente auténtico.

Acaso me han salido estos párrafos como muy espirituales, pero en realidad es de lo que se trata. Porque, y esta es otra conclusión que podemos concluir tras la pandemia, vivimos en un mundo muy materializado, vivimos para el tener, nos movemos por el confort. Estoy convencido de que si construimos nuestra vida de tejas afuera seremos los más tristes personajes. La dimensión espiritual forma parte del verdadero ser humano. Los sentimientos, el corazón, la paz y muchas cosas más configuran a la humanidad y en la medida en que nos centremos fuera de nosotros en lo material y caduco, nos buscaremos muchas veces la tristeza y la falta de felicidad.

Por eso acaso la pandemia nos facilita los medios necesarios para la reflexión del verdadero ser postergando el tener que ya observamos que a nada conduce. Esperemos que el año que comenzamos nos ofrezca la posibilidad de ser un poco mejores y en el fondo más humanos.

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