Opinión

¿En quién cree el dinero?

Estamos en una época difícil, con los coletazos de la pandemia y las catástrofes naturales que seguimos padeciendo: los incendios y la guerra de Rusia-Ucrania, provocando muchas muertes y una gran crisis energética, y la subida de los precios y de la vida. Ya lo dice el Evangelio: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24).

Jesús fue un emigrante que, con su familia, hubo de huir a Egipto (Mt 2, 13-23), sin lugar donde reclinar su cabeza, y murió también fuera de la ciudad, en el Calvario (Mc 15, 22). Nunca fue un hombre hacendado, ni un terrateniente, ni un eclesiástico, sin poder o riqueza política. En otras palabras menos narrativas y más teológicas, dice san Pablo que Jesús vivió y murió en un desprendimiento absoluto y se entregó a la muerte, y una muerte de cruz. (Flp 2, 5-11), también fuera de la ciudad, sin sitio para esta familia en ella (Lc 2, 7), porque los suyos ni le recibieron, que dice el Evangelio de Juan (1, 11). 

Jesús es enviado a los pobres (Lc 4, 16-30) y se le ve siempre entre gente pobre y sencilla: pasa la vida entre los leprosos (Mc 1, 40-45), ciegos (Jn 9), epilépticos (Mc 5), paralíticos (Mc 9, 14-29) y enfermos en general (Mc 6, 53-56). Defiende siempre la causa de los niños, que en las culturas primitivas son pobres (Mc 10, 13-16).

Ante tanto desajuste y turbulencias como nos acechan por todas partes da la impresión de que la situación de maldad es muy similar a la de los tiempos del Nazareno. Por eso hoy en día las Bienaventuranzas tienen una muy grande actualidad y todos los que nos llamamos cristianos debiéramos volver hacia ellas nuestras miradas y caer en la cuenta de que ese es el Camino que conduce a la Verdad y la Vida. Comprobamos así un gran dilema. ¿Qué nos da la felicidad? ¿El dinero, las cosas y la comodidad material o la rectitud interna y la conciencia bien formada? Esta es la cuestión.

Nos toca, hoy como siempre, movernos entre la sociedad del tener o la del ser. Sin duda el dinero y el confort económico nunca conducen a la paz interior que es la fundamental porque las cosas, por muchas que ellas fueren, nunca satisfacen ni llenan el corazón plenamente. Y nos remitimos a la experiencia para comprobar como en las sociedades más evolucionadas y que nadan en la abundancia son la cuna de grandes desajustes e incluso guerras y suicidios.

Es interesante observar cómo países subdesarrollados muchas veces son más felices con lo poco. Aquel país que me contaba un misionero en el que se lavan con un vaso de agua mientras nosotros desperdiciamos litros e incluso muchos alimentos y recursos naturales que tiramos al mar. ¡Muy triste paradoja! 

Con este programa ¿qué vamos a legar a las generaciones futuras? Decía Mandela que “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. En el fondo a los grandes dictadores les gusta la ignorancia para poder manipular a sus súbditos.

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