Opinión

¡La santa burocracia!

Dejémoslo en santa porque otro calificativo lo pondremos en privado el respetado lector y yo también. Personalmente creo que la burocracia destruye el humor, mancilla la convivencia y exaspera al más templado espíritu. Y es que la burocracia es una plaga que tanto en España como en el vecino Portugal es moneda común. Para empezar debieran hace más de una prueba a los que tienen la responsabilidad de atender tras el mostrador. Y esa oficina a la que usted acude si es en periodo vacacional el éxito es para nota. Por mucho progreso que haya el “vuelva usted mañana” sigue teniendo vigencia aunque la tecnología lo disimule.

Siempre falta un papel, y le decía yo a la persona que me atendía que me lo había podido decir todo el primer día y evitarme otra visita. Es inmenso el número de papeles que te exigen para todo y si es para ejecutar un testamento, además de cobrarte en cada ventanilla, te atosigan con el papeleo. Y nada digamos del exhaustivo control al que nos somete Hacienda. Como si los humildes contribuyentes tuviésemos que pagar las consecuencias de las corrupciones de los grandes.

Ante toda esa interminable lista de pactos de nuestros políticos personalmente creo que éstos debieran mirar antes que nada a las cosas concretas que necesitamos los ciudadanos corrientes y, entre ellas debiera estar una reforma a fondo de tanta burocracia comenzando por algo fundamental. Los funcionarios que atienden tras el mostrador posiblemente debieran saber que están haciendo un servicio y que allí están porque usted y yo pagamos sus sueldos. De ninguna manera son los “jefes” y antes bien nuestros servidores. Así de claro. Por ahí comienza la corrupción. Es cierto también que ni todos son así y que hay personas encantadoras tras el mostrador.

Y hablábamos del tiempo de vacaciones. Terrible aventura. He tenido que ir a un consulado en una ciudad donde la funcionaria me respondió que el jefe estaba de vacaciones y que además que aquello era del todo punto imposible resolverlo. Cogí el coche y fui a la ciudad de al lado, a Vigo, donde los dos funcionarios me atendieron de maravilla y dijeron que aquello era muy fácil. Me lo arreglaron en cinco minutos. ¿Será posible? Pues lo fue. Y en otro caso el encargado estaba ausente y nadie sabía nada de aquel negociado. Ya puede tener usted la prisa del mundo que se queda “in albis”. Menos mal que la responsable de la oficina de al lado hizo maravillosamente lo indecible en algo en lo que era de otra competencia. Hace unos años en un organismo oficial en Ourense con una cola inmensa con gente de los pueblos esperando llegó la hora de cerrar y quedaban dos personas por atender… tuvieron que venir desde lejos al día siguiente por una firma.

Y así una larga lista de despropósitos de los que todos hemos sufrido y padecido a lo largo de nuestra vida. Porque en los organismos oficiales debiera estar prohibida la palabra “no”. Si se dan cuenta desde que mi buen amigo Lalo Pavón me lo aconsejó procuro que nunca en mis artículos salga esa palabra tan horrenda. Pues los funcionarios y todos los que atienden al público en general debieran eliminar por ley esa palabra. Antes bien sería mejor “si es posible está hecho y si no, se hará”,. O al menos se tratará de hacer; lo cual agradecerían inmensamente todos y sobre todo los buenos paisanos de los pueblos que llegan a la ciudad buscando solución y nunca obstáculos.

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