En una ocasión le decía a un obispo que yo nunca nombraría delegado diocesano de vocaciones. A lo sumo un coordinador. Primero se sorprendió y luego comprendió perfectamente. Que me perdone mi buen amigo Luis Javier, que además de buen sacerdote y delegado canta bien. Nada contra él. Todo lo contrario y lo sabe. Mi teoría la tengo clara. Imaginen ustedes que una marca de cualquier producto, por ejemplo un reconocido refresco, quiere nombrar un representante en una provincia. Lo llaman a la central, le dan un cursillo y, una vez nombrado, habla y sólo bebe el producto de aquella marca. Ni se le ocurre llegar a un bar y pedir otra. Para él es la mejor y así lo ha descubierto en aquel breve cursillo que fue a hacer antes de ser nombrado.
Pues trasladen el ejemplo a la vida consagrada. Después de años y años estudiando y meditando en el tema, ¿imaginan que salga a la calle y hable de la competencia o se adecue a los gustos y costumbres del entorno? Lo de la escopeta que contaba con tanta gracia mi buen párroco Jesús Pousa refiriéndose a los seminarios. Primero van al menor y estudian allí la clase de caza que existe: corzos, conejos, liebres, perdices... Más tarde pasa al mayor y le explican la clase de escopetas para, finalmente, descubrirles las diferentes municiones para aquellas escopetas. Llega el día de la ordenación sacerdotal y el obispo les entrega una escopeta para que vayan al mundo. Puede haber dos reacciones, la de quien alaba el gesto del prelado y guarda con mucho esmero la escopeta en el cajón, y la de quien, nada más acabar las ordenes sagradas, con su escopeta, sale a la calle y dice: "A ver, a ver, ¿dónde hay caza?", con grandes ansias de conseguir ya sean perdices, codornices, liebre, conejos o corzos.
Pues lo mismo, le decía yo a aquel obispo. En mi opinión cada sacerdote, religioso o religiosa debe ser delegado de vocaciones en su ambiente, y tratar de que aquella escopeta se quede muy usada de tantos tiros y municiones que ha utilizado a lo largo del día y de su vida. Y mientras los que ya estamos dentro seamos reacios al testimonio y también a la palabra directa, los seminarios quedarán vacíos. Eso y también mientras miremos al color o a la ideología más o menos afín de quienes lo dirigen para enviar allí a jóvenes.
Porque también es muy certera la frase del fallecido cardenal de Toledo, el célebre don Marcelo: "Quien contemple impasible y diga que en el mundo de hoy Cristo no sigue llamando a la juventud, ni ama a Cristo ni quiere a los jóvenes". Y la frase es una acusación seria y a la vez una llamada contundente a todos los agentes de pastoral, y sin olvidarse de la familia cristiana que si sigue, o trata de seguir, las enseñanzas evangélicas debe estar en la misma línea.
Las recientes jornadas de pastoral vocacional creo que han ido en esa dirección, como es lógico.