Opinión

Un cambio necesario

Cuando uno echa un vistazo a la situación nacional e internacional se agolpan en la mente un cúmulo de ideas que tal vez los nostálgicos rechacen y los progresistas pidan más velocidad. Pero es una palpable realidad que el mundo necesita un cambio radical. Es un claro momento de cambio a todos los niveles y en la política en primer lugar. Nos enfrascamos en los temas de la corrupción y bien creo que la raíz está mucho más honda. La corrupción será una consecuencia lógica de una sociedad y una clase política caduca y, si me apuran, inservible. Vivimos con esquemas de otra época, con estilos que para nada dicen en la actualidad.

Faltan valores, lideres y sobre todo programas que se dejen de echar tiros al aire y pongan los pies en la tierra. Y para nada debe extrañarnos. Tuvo su esplendor Grecia, Roma, España en su siglo de Oro e incluso EEUU antes de ayer, y todo aquello se viene abajo porque la realidad es distinta. Detrás de un sistema político y de un cambio, al menos hasta la edad presente, siempre hubo una ideología proclamada por grandes personajes. Miremos para los clásicos o más recientemente la Ilustración francesa, que marcó un camino. Muchos de aquellos pensadores a veces fueron perseguidos e incluso eliminados, pero su doctrina quedó sembrada. Incluso el mismo marxismo. Pero hoy en día desconozco cómo y qué se les enseña en las universidades para salir personajes vacíos de contenidos y llenos de ocurrencias. Ahí está la clave. 

Y ese cambio de época hoy en día va lento, pero también en la antigüedad costó desmontar ideas que ya estaban fuera de lugar. Recuérdese el célebre discurso de Cicerón contra Catilina en la Roma de esplendor y que en el siglo V dio paso a otras nuevas ideas y sistemas. Y nada digamos de las publicaciones de Aristófanes sobre el deterioro de la democracia griega, que fue la cuna de ese sistema político. La historia es pendulante y va de un lado al otro conforme los tiempos. Para todo ello son necesarios además de rostros nuevos personajes con ideas. Si levantan la cabeza los ideólogos de la Unión Europea desde el Tratado de Roma, se volverían a la tumba. 

Mala es una democracia que prima el tener y el pelotazo, que se autoasigna sueldos de escándalo y que van con la cabeza muy alta presumiendo de un cargo aquí o acullá. Y ya vemos a dónde nos lleva este sistema plagado de guerras, odios y divisiones. A muchos ya les pasó su hora, deben irse pero ya.

Siendo más domésticos podemos constatar en la recientes elecciones catalanas que los programas que interesan al pueblo brillaron por su ausencia. Nadie sabe lo que proponían unos y los otros, enfrascados unicamente en el independentismo y en célebre articulo 155. De los problemas reales pasaron de una manera sibilina. ¿Qué futuro nos espera con esta clase política? ¿Dónde están aquellos grandes genios que, por cierto, murieron pobres?

Hoy en día las carreras más pingües son el deporte y la política, así de claro. Y ¿es este el mundo que queremos dejar a las generaciones futuras? Mal iríamos con esa cultura del tener, la bambolla externa, el lucimiento personal y las frases rimbombantes de nulo contenido. Incluso las autonomías españolas y los miles de personajes que merodean por Bruselas merecen, deben tener, un cambio urgente. Falta alguien a nivel mundial que levante la bandera de la verdadera política, que vaya al pueblo y le resuelva sus problemas. Lo demás es hojarasca, aunque me llamen demagogo que a lo mejor hasta lo soy.

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