Opinión

Un estilo diferente

Cierto que el santo y seña de los cristianos debiera ser la caridad, que está muy por encima de la tolerancia y la filantropía. Pero a ella debiera llegarse con el cumplimiento de las líneas maestras de la predicación evangélica, que son las Bienaventuranzas. Así como los Diez Mandamientos son el resumen del Antiguo Testamento; el Sermón de la Montaña es el perfecto resumen de todo el mensaje de Jesús de Nazaret. En él se resume el estilo de vida que los creyentes debieran aportar a la sociedad, ya sea agnóstica o atea. 

Me pregunto siempre, al ver los ataques laicistas de algún sector, en qué se basa esa discrepancia a la luz de las Bienaventuranzas. Sin duda los creyentes tenemos muchos fallos y errores, como humanos que somos, pero la religión cristiana debiera juzgarse por el contenido de esas líneas maestras que rezuman paz, misericordia, justicia social, limpieza de corazón, pobreza de espíritu… En suma, en ellas podemos encontrar la base para muchas ideologías que se dicen incluso progresistas. ¿Por qué se vitupera a veces esa doctrina? ¿Por el incumplimiento por parte de algunos? ¿Acaso los discrepantes cumplen a rajatabla todo lo que dicen profesar?

Esta es la verdadera cuestión que en el fondo podemos llamar ataques a la coherencia. Porque en realidad de lo que se trata es de la lucha diaria por llevar a la vida lo que decimos creer. Por eso ciertos ataques tienen la base en la crítica a la incoherencia. Los mismos Derechos Humanos tienen base en las Bienaventuranzas.

Es aquello que tantas veces he citado aquí: “Siendo tú y yo buenos, habrá en el mundo dos pillos menos”. Si en vez de discusiones estériles nos dedicásemos más a revisar nuestras conductas el mundo iría mucho mejor. Porque corremos el riesgo de mirar con lupa los defectos del prójimo mientras miramos para otro lado al ver nuestras actuaciones erradas. Esta es la cuestión.

Si vamos al comienzo del cristianismo, observaremos que era cierto lo que decía Tertuliano en el siglo II: “¡Mirad cómo se aman! Mirad cómo están dispuestos a morir el uno por el otro”; y que, de distintas maneras, recoge la Biblia (Hechos, 4, 32-37. Sal.92. Jn. 3, 11-15). Si hay divisiones, lejos de deberse a la doctrina, son fruto sin duda del incumplimiento o falsa interpretación de las Bienaventuranzas que son las que deben marcar el estilo de vida. Si lo olvidamos nos estamos autoengañándonos y lo que es más grave herimos a la misma Iglesia.

Por eso la Cuaresma, en la que nos encontramos, es de suma importancia si queremos ser coherentes. Decía Don Bosco y lo pedía a sus seguidores y a la Familia Salesiana: “Sed buenos cristianos para llegar a honrados ciudadanos”. Es la base que precisamente refleja el Sermón de la Montaña.

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