Opinión

Un problema sangrante

Siempre que se acerca la celebración de hoy viene a mi memoria aquella mujer extraordinaria a la que Manos Unidas debe tanto. La barquense Pili Hassam implantó en Ourense la sensibilización sobre el hambre en el mundo. Sin duda alguna. Quería y era muy querida. Recuerdo que al escribir en estas páginas su obituario a una periodista que estaba en aquel momento en la redacción y a mí nos saltaron las lágrimas. Desde el cielo nos echará una mano.

El obispo ourensano, Lemos Montanet, acaba de escribir una carta sobre el tema que recoge perfectamente el sentir de esta jornada, recordándonos la doctrina de la encíclica “Laudato si” del papa Francisco. Y comienza reflejando una verdad muy clara precisamente en el recuerdo de Pili: “Manos Unidas es una institución que en los últimos años se ha hecho familiar porque ha sido capaz de integrar en una misma realidad todos los deseos más profundos que se encuentran en lo más íntimo del ser humano: preocuparse por la desaparición del hambre en el mundo y porque los niños, hombres, mujeres y ancianos puedan tener una existencia digna. En definitiva, se busca la promoción de los Derechos Humanos como marco imprescindible para la consecución del derecho a la alimentación. En realidad se trata de luchar contra el hambre y en favor del auténtico desarrollo humano integral y sostenible”. 

Además, refleja esta carta algo fundamental que debiéramos recordar todos y que los gobernantes del mundo tal vez olvidan y es la “relación muy estrecha entre la preocupación por la naturaleza y la justicia con las personas más empobrecidas”, porque “el grito de la tierra y el de los pobres es el mismo y supone un compromiso por parte de todos para evitar la degradación medioambiental que afecta directamente a la calidad de vida de las personas. (…) Todo atentando contra la naturaleza y el hombre, también va contra el mismo Dios, que es su Creador. (…) La auténtica vivencia del cristianismo nos lleva a comprometernos en serio con el cuidado del medioambiente”.

Suelo decir que el problema del hambre radica en la justicia. Cuando constatamos el trato que damos a la naturaleza y, sobre todo, cómo existen países que tiran al mar infinidad de alimentos para que los precios se sostengan para sus economías es para clamar al cielo. Sin duda con todo lo que se tira, toneladas de alimentos de todo tipo, sería suficiente para sanar el hambre en muchos países subdesarrollados. Aquí radica la gran injusticia de la sociedad actual. Por eso son interesantes las preguntas que se hace don Leonardo al final de su misiva: “¿En qué gastamos lo que tenemos? ¿Por qué guardamos en nuestros armarios tantas cosas que no usaremos nunca? ¿Cómo es posible que en nuestra despensa podamos tener alimentos que llegan a caducar?”

Esta es la cuestión que debiera interpelar a los ciudadanos del mundo. Existen países en los que tienen un solo vaso de agua para lavarse mientras nosotros desperdiciamos, por ejemplo tanta agua de manera irresponsable. Y lo mismo los alimentos que tiramos a la basura.

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