Opinión

Un sínodo universal

En la clausura del Sínodo diocesano en la Catedral de Ourense el pasado 13 de noviembre, el obispo, monseñor Lemos, en su intervención afirmó: “Cuando teníamos todo preparado para esta clausura, el Santo Padre Francisco nos sorprendió invitándonos a participar en el Sínodo de los Obispos 2021-2023, que centrará su reflexión en el tema ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’. En un primer momento, quedamos sorprendidos pero con esta invitación del papa nos hemos dado cuenta de que el itinerario sinodal que esta Iglesia en Ourense había iniciado, ahora teníamos que proseguirlo”. El papa Francisco ha marcado las pautas en diez puntos fundamentales para este evento de la Iglesia Universal. El cardenal Grech, secretario general del Sínodo, advierte la línea fundamental como estilo de vida, acción, celebración y misión desde la comunión, servicio, celebración y testimonio. Así lo pidieron los obispos en el 2013

La sinodalidad puede entenderse como un modus vivendi consistente en un caminar juntos en la escucha de la Palabra, celebración de los Sacramentos, en la fraternidad de la comunión y en la corresponsabilidad y participación en la vida y misión de la Iglesia en aquellas estructuras y procesos eclesiales en los que se expresa esa realidad a nivel local, regional y universal.

Caminar juntos es una dimensión constitutiva en la Iglesia. Puede ser por diversos caminos: el del dolor, el de la alegría, el de la luz, el de la oscuridad. Caminar juntos implica resolver los problemas que surjan de la misma manera: la sinodalidad es el fruto de una Iglesia fundada en la fraternidad. Aceptar el proverbio africano que reza: “Si quieres ir deprisa, camina solo; si quieres ir lejos, ve acompañado”, y evitar ese “corres bien, pero fuera del camino” de San Agustín, serían los límites del recorrido.

Una herencia del Concilio Vaticano II que “pervivirá por los sínodos”. buscando el célebre “aggiornamento” participativo, ya que la Iglesia, más que una democracia, es una comunión en sí y con el mundo que le rodea. Ese “entrar en diálogo” con el mundo es una necesidad, expresada en los sínodos; una llamada capaz de hablar y escuchar a todos.

La sinodalidad es posible por la escucha al Espíritu y a los hermanos. Pulsando los gozos y las esperanzas de los hombres es aprender a escuchar, no sólo a oír, y dar con el “sensus fidei” propio del pueblo que tiene la capacidad y oportunidad de expresar la fe, hacer sentir su voz y trasladar sus inquietudes. Los pastores han de discernir lo que son movimientos sinodales y el papa, escuchado el pueblo y los pastores, ejerce su ministerio profético garantizando la obediencia y conformidad con el Evangelio de Cristo y la Tradición eclesial.

El tema lo merece, y tras recoger lo anterior llegado de Roma, esperamos poder dedicarle el próximo domingo a este tema que, sin duda, a lo largo del año requerirá algún comentario más. Es la base para una necesaria renovación de la Iglesia, tantas veces citada tras el Concilio Vaticano II y que ahora el papa Francisco pretende darle un impulso decisivo. Como bien decía el obispo ourensano, la diócesis con su Sínodo recién celebrado preparó el camino para esta convocatoria universal convocada por Francisco.

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