Opinión

Voluntariados

Comienza hoy, con el Adviento, el nuevo año litúrgico para la Iglesia Católica. Una preparación para celebrar el solemne día de Navidad. Un tiempo de preparación, espera y reflexión. En este tiempo tan duro, con el covid-19, los cristianos estamos llamados a la colaboración más cercana con un mundo que sufre, lo pasa mal y que muy difícilmente va a gozar de las alegrías navideñas de siempre. De aquí una llamada al testimonio y la real colaboración. 

El mundo es de Dios, pero se lo alquila a los valientes hoy más que nunca. Una llamada a la contribución, a todos los niveles, con los que sufren, los pobres, los necesitados y los enfermos. Sería ésta la mejor preparación para los días de Navidad; para esperar al que viene a salvarnos. Es el tiempo del voluntariado en todos los sectores de la sociedad. Me ha impresionado una ciudad española en la que, tras los destrozos de una noche de manifestaciones, un grupo de jóvenes se han dedicado a recoger, limpiar y hacer las calles más habitables y la ciudad más limpia. Por algo se empieza.

La campaña de Navidad que promueven tanto Cáritas como las parroquias necesita de muchas manos, muchos corazones dispuestos a la colaboración y a arrimar el hombro. Porque tenemos que ser conscientes de tantos establecimientos cerrados, tantas familias sin ingresos y tantas personas desnortadas porque nada tienen que llevar a sus hogares, generando un inmenso sufrimiento en el que también están tantos vecinos que viven la soledad más terrible y la enfermedad más incomprensible.

Bien harían los grupos de jóvenes en programarse para colaborar a todos los niveles con quienes lo necesitan. Este año más que nunca. Necesitan comida, pero también la compañía en tiempos de crisis y en la medida que las normas sanitarias lo permitan. Porque una religión que se redujese a un inú-

til angelismo desligado de la realidad concreta de quienes nos rodean, nunca sería verdadera religión y menos la cristiana, porque queda muy claro en el Evangelio quiénes serán los premiados: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estaba desnudo y me vestisteis, solo y en la cárcel y vinisteis a verme”.

Un programa muy concreto, pero que sin duda será el mejor camino para celebrar con gozo el Adviento cristiano. Son muy hermosos los villancicos y las reuniones familiares, cuando se permiten, pero de nada sirven si en la casa de al lado carecen hasta de un mendrugo de pan, una cariñosa visita y una cercanía y el apoyo tan necesario.

Este sería el verdadero Adviento para los creyentes.

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