Opinión

El Corredor Atlántico proyecta a Rueda

Alfonso Rueda, presidente de la Xunta, dio esta semana un salto importante en la política española sin caer en las estridencias. Lo hizo de la mano de otros dos presidentes autonómicos, uno socialista –Adrián Barbón, de Asturias– y otro popular –Alfonso F. Mañueco, de Castilla y León– para abanderar una causa económica –el Corredor Atlántico–, lejos también de los planteamientos de otros dirigentes del PP enfrascados en debates más teóricos que pragmáticos.

El también llamado Corredor Atlántico Noroeste es un corredor ferroviario que conecta los puertos de la fachada atlántica con el interior y el resto de Europa. Por lo tanto, es una estrategia conjunta para un proyecto común, también compartido con el país vecino, de ahí la presencia en el encuentro de Compostela del presidente de la Comisión de Coordinación y Desarrollo Regional del Norte de Portugal, António Cunha.

Rueda, Barbón y Mañueco coprotagonizaron una cuidada puesta en escena ante un millar de personas del empresariado, de los puertos y de las plataformas logísticas de sus tres comunidades, junto a otros agentes económicos, sociales y políticos. 

En juego están unos 7.900 millones de euros, equivalentes a las inversiones necesarias para el Corredor Atlántico Noroeste, lo cual supone implicar al Gobierno de España y a la Unión Europea. Su gran baza es que este corredor ya pertenece a la red básica de la Red Transeuropea de Transporte (TEN-T) y que se ha colocado al mismo nivel que el Corredor Central y el Corredor Mediterráneo, ya que los tres determinan las principales redes de transporte tanto de personas como de mercancías de la península ibérica con el resto del continente europeo. Otra cosa es la velocidad a la que van las obras, con el eje mediterráneo muy por delante, a pesar de sus lamentaciones.

Rueda ha demostrado habilidad y empatía al eludir cualquier enfrentamiento con el Corredor Mediterráneo, desde donde una parte de su empresariado no fue precisamente diplomático con el Corredor Atlántico en un pronunciamiento del pasado mes de noviembre. Del mismo modo que el socialista Barbón y el popular Mañueco, Rueda puso en valor lo suyo sin ir contra nadie. Pero su puesta en escena, con foto de familia incluida, recordaba de alguna manera otra foto de familia del Corredor Mediterráneo en Barcelona.

Da la impresión de que el Corredor Atlántico tiene un liderazgo más político, pero tampoco puede perderse de vista que el lobby empresarial del Mediterráneo está trufado de apoyo político, como el del presidente valenciano Ximo Puig, que llegó a proponer en Barcelona una Commonwealth mediterránea.

Las claves del Corredor Mediterráneo no están, sin embargo, en las formas. Sus ventajas son económicas, por su peso industrial y la concentración del movimiento de contenedores, y también sociales, ya que entre Barcelona y Almería hay una docena de ciudades de más de 100.000 habitantes, de ahí la importancia de potenciar las principales urbes de Galicia. También podría implicarse más al Foro Económico de Galicia, el par natural del Círculo de Economía de Barcelona, desde donde se habla del Corredor Mediterráneo como el dorsal de un sistema de ciudades. Y no es menor el reto de aumentar la conectividad de los puertos, sobre todo el de A Coruña, que entre los grandes es hoy el más rezagado.

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