Opinión

Fondos buitres siguen sobrevolando Galicia

La crisis no siempre sabe discriminar. Por eso se ha llevado por delante a empresas inviables y amenaza el futuro de otras cuyo negocio, sin costes financieros ni amortizaciones, sigue siendo rentable.

Es el caso de la multinacional Pescanova pero también de muchas otras compañías menos conocidas, aunque no por ello menos importantes.


En este tipo de situaciones, por lo general aparecen tres protagonistas: los dueños y/o ejecutivos de las empresas asfixiadas por la falta de oxígeno financiero, los bancos acreedores y los fondos buitre.


Los propietarios, lógicamente, aspiran a convencer a los bancos de las bondades de su negocio, para el que piden no solo más crédito, mediante refinanciaciones, sino quitas importantes. A veces, sobre todo cuando deben mucho, consiguen ambas cosas, por lo que sus acciones, tras una caída de valor inicial, se recuperan. Sucede justo lo contrario cuando los bancos deciden capitalizar sus deudas y los títulos de los accionistas se diluyen, a veces hasta no valer casi nada.


Los bancos suelen ir a por todas pero también son conscientes de los riesgos que corren en este tipo de situaciones; máxime cuando se han ‘pasado’ prestando dinero a empresas que ya antes de pagar intereses y amortizaciones no son rentables. En Galicia hay casos muy llamativos en este sentido, incluso cotizando en Bolsa.


Los buitres, como siempre, van a lo suyo. Lo más frecuente es que, en medio de la crisis, los vulture funds compren a los bancos deuda de las empresas arruinadas, a precios irrisorios, para a continuación plantarse ante las juntas de dichas sociedades, capitalizar su deuda y hacerse con el control por cuatro monedas.


Cuando se trata de empresas que facturan mucho y ganan dinero, el negocio es redondo, ya que al final las compañías quedan saneadas y vuelven a tirar de su negocio tradicional con menores costes. Los fondos buitre se caracterizan por diversificar sus riesgos a través de una cartera de unas diez empresas adquiridas a precio de saldo. Llegada la hora de la verdad, salvan lo que pueden y aunque a veces fracasan, como acierten en una o dos operaciones, ya les compensa, porque arriesgan muy poco dinero.


Más que protagonistas, los trabajadores suelen ser víctimas en este tipo de procesos. Al amparo de la reforma laboral y de otras medidas legales, empresarios o fondos buitres recortan plantillas, abaratan las partidas salariales y maximizan resultados.
Tampoco corren mejor suerte algunos proveedores de empresas en crisis, que se quedan sin cobrar tanto tiempo que pueden arruinarse sin comerlo ni beberlo.


Dentro de estos grandes rasgos de unos y de otros, también se abren paso los buitres que desguazan empresas y se quedan con áreas de negocio rentables, los fondos de inversión tipo distressed funds, asesores sin escrúpulos, auditores que cobran pero no auditan, falsos consultores y toda una fauna de indeseables que, cuando la justicia mira para otro lado, se aprovechan de los desastres empresariales.


La regulación mercantil española, modificada no mucho antes de la crisis, se ha visto superada por nuevas y complejas realidades, inimaginables en tiempos de bonanza. Pero los reguladores y legisladores están hoy en día tan ‘exigidos’ por sus propias corrupciones políticas que no dan más de sí, salvo para hacerlo cada día peor. La justicia tiene sus valores pero no siempre es de este mundo.

@J_L_Gomez

Te puede interesar