Opinión

Hoja de ruta 
para Cataluña

Casi de manera simultánea, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, convocó la consulta para decidir el futuro de Cataluña, el 9 de noviembre, y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, anunció que ya están iniciados los trámites para paralizar la consulta. Nada que no se supiera.

Por mucho que los medios y la clase política pongan el foco sobre Artur Mas y Mariano Rajoy, la clave del proceso catalán no parece estar tanto en sus demostraciones de fuerzas -habituales en cualquier lucha- como en el resultado final, en el que si descartamos el choque de trenes debería aflorar un gran pacto para varias generaciones.

El problema, por tanto, no está en sus cuidadas escenificaciones -un tanto tediosas con el paso de los meses- sino en el final de su cansina obra. En otras palabras, la clave no está en la hoja de ruta conocida, sino en la desconocida.

Llegados a este punto, la gran incógnita está en saber si, tras tanto desgaste político pero también social, es posible el acuerdo entre Cataluña y España.

El pacto todavía es posible, por mucho que veamos a ambas partes tensar la situación, tal vez para fortalecer sus posiciones antes de negociar y, en alguna medida, ceder, cuando llegue el momento.

Lo que ya parece más improbable es que, si hay acuerdo, solo comprenda el pacto fiscal, necesario en todo caso para compensar el déficit existente, cuya cuantía es elevada, a juzgar por los estudios del catedrático Guillem López i Casanovas, de la Universidad Pompeu Fabra.

Es evidente que en Cataluña hay cada vez más soberanistas, lo cual tampoco quiere decir que sean todos secesionistas. Entre ellos no faltan quienes apuestan por una negociación a fondo. Y Artur Mas lo sabe e intenta gestionarlo de la mejor manera posible. De momento, le va bien decir que España es un freno para Cataluña, que se considera ninguneada. Cuando pase lo que tiene que pasar, que pasará, España dejará de ser un freno para Cataluña, que se sentirá apreciada. Como debe ser.

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