Opinión

Política a coste cero

 

La posguerra dio paso a un tiempo de reconstrucción en Europa, al que España fue más bien ajena, que permitió no solo mejorar las infraestructuras físicas sino también levantar el Estado del bienestar. El franquismo (1936-1975) le impidió a España seguir la estela marcada por Francia y Alemania en el Viejo Continente pero, una vez recuperada la democracia, no tardaría en coger el ritmo, hasta el punto de compartir moneda (2002) con los que eran sus socios desde 1986. Durante años y años, hasta la crisis reciente, en España se hizo política con dinero en la mano, lo cual permitió modernizar el país, europeizarlo y alcanzar niveles de vida jamás vistos con anterioridad. Desde 2008 casi todo son restricciones y la salida de la crisis, si por ello se entiende recuperar en 2018 el nivel de PIB de 2007, no evita que para mucha gente marginada -millones de personas- persista la pobreza, la desigualdad social y la precariedad laboral.

Parte de los problemas son compartidos con otros países europeos, como Portugal, Grecia, Italia e Irlanda, no menos rezagados que España, lo cual no impide que en Europa siga habiendo una mayoría de países donde las cosas, sin ir del todo bien, tampoco van mal. Alemania, Holanda, Dinamarca..., incluso la vecina Francia, serían buenos ejemplos de ello. Todos estos países tienen cosas que España no tiene pero hay una que marca la diferencia: el modelo productivo. Lo resumió bien estos días el ex ministro socialista Jordi Sevilla: "España lleva 40 años sin saber crear empleo".

Hay dos maneras de enfocar la situación de España en esta tesitura: 1) llamarle a las cosas por su nombre, como hace Jordi Sevilla, y sentar las bases de un nuevo modelo económico, o 2) mirar para otro lado y hacer política a coste cero, mediante gestos de todos conocidos. No se trata, por tanto, de descalificar la política de coste cero con medidas que pueden ser también necesarias -incluido el punto final del franquismo-, sino de tener claro que solo mirando para otro lado no se resolverán los graves problemas de la España actual.

Un nuevo modelo productivo no se improvisa, obviamente, de un día para otro, pero si no se empieza por sentar las bases que lo propicien -reforma fiscal, reforma laboral, reforma de las pensiones, reforma de la financiación autonómica, etcétera-, el país estará perdiendo el tiempo, algo que quienes viven razonablemente bien se pueden permitir pero que aquellos que siguen excluidos no podrán soportar, salvo que emigren.

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