Opinión

Silleda, impresionante

Aprovechando la excelente meteorología, en una extensa explanada acompañada de abundante graderío, con un sol de alta temperatura fue, a grandes rasgos, el escenario de la gran fiesta de Silleda. Posiblemente más de 15.000 asistentes que fueron transportados en 240 autobuses y numerosos turismos. Desde mi óptica como observador, calificaría la fiesta como impresionante. Estos 15.000 asistentes podrían calificarse como los representantes, como los embajadores de los 88.070 militantes del PP dentro de una población gallega de 2.800.000 habitantes. Pero, independientemente del carácter festivo -que fue una forma de celebrar el triunfo en las elecciones autonómicas- vayamos al punto principal de la concentración que fue el político. Por orden de actuación de los oradores en la tarima, con unos discursos cuidadosamente estudiados, lejos de la improvisación, actuaron los presidentes provinciales del PP de Pontevedra, A Coruña, Lugo y Ourense.


Y tal vez influenciado por mi condición de ourensano conocedor de Nogueira de Ramuín en donde José Luis Baltar, después de ejercer la docencia, fue alcalde durante 19 años, me ha convencido de ser el orador más entusiasta que pone el máximo de énfasis en cada una de las palabras. Baltar, el más veterano de los oradores, a sus 69 años de edad, es consciente de que las elecciones se ganan sólo de una forma: con los votos. Con esos votos que no caen del cielo sino que hay que conseguirlos por aldeas e corredoiras e decíndolle a señora Ramona ou a Bernardina, ‘que siguen estando moi xeitosas e boas mozas’. Pero como Baltar es de la tierra de la chispa dejó caer de pasada como quien no quiere la cosa que Ourense es lugar de sucesivas mayorías absolutas. Sin embargo no dijo, no recordó por no pecar de héroe (pero nosotros lo sabemos), que Manuel Fraga, el maestro de la queimada, independientemente de su extraordinaria valía, se mantuvo durante 15 años y medio como presidente de la Xunta de Galicia gracias a los tres mosqueteros: al difunto Cuiña Crespo, Cacharro Pardo y Baltar Pumar.


En el uso de la palabra le siguió a Baltar Alfonso Rueda, el secretario general y conselleiro de Presidencia. Magnífico. Hizo un excelente panegírico de la política gallega con recuerdo de agradecimiento para Feijóo que confió en él. Sabemos de su gran capacidad de trabajo, de enorme dedicación y con una brillante perspectiva en su carrera política. En medio de una gran ovación subió a la tarima con aire deportivo el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, quien hizo un pormenorizado recorrido de la situación de Galicia después de la herencia recibida del bipartito. Marineros, agricultores, ganaderos, parados. No dejó punto en olvido, no dejó actividad sin citar en cuanto a la situación socioeconómica por la que atraviesa Galicia y las perspectivas de mejora dentro de un pensamiento reflexivo, dentro de una óptica de no promesas ostentativas ni optimismo exagerado sino con los pies en el suelo.


El capítulo de oradores finalizó con el discurso del presidente nacional, Mariano Rajoy. El suyo, el discurso más difícil, más comprometido. Su visión no solamente es como la de un gallego amante de Galicia. Lo es, tiene que serlo, de un español amante de toda España. En línea con Feijóo, si llega a la Presidencia, su política estará marcada, dijo, en combatir el paro, en afrontar los problemas lejos de falsas ilusiones que conllevan subidas de impuestos y otros descalabros. Y transcribo lo que José María Aznar dijo de Mariano Rajoy: ‘Me habría gustado describir mi relación de muchos años con quien es ahora presidente de mi partido y jefe de la oposición. Fue uno de mis mejores colaboradores durante quince años. Estoy seguro de que pronto muchos españoles volverán la vista hacia Mariano Rajoy y encontrarán en él lo que siempre le ha caracterizado y tanto falta a otras personas que hoy tienen responsabilidades muy graves: visión, tenacidad, moderación, capacidad de trabajo y ante todo lealtad constitucional y un profundo amor a España. ¿Quieren más?’.


En medio de todo esto, la comida en el pabellón ourensano estuvo muy amena con mis contertulios Miguel Santalices y esposa; otro diputado ourensano cuyo nombre no recuerdo. Próximos estaban el conselleiro de Educación, también José Manuel Baltar y Trapote. Para que los postres fueran completos, sólo falto José Luis Baltar con su trombón de varas interpretando ‘la casita de papel’.



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