Opinión

La casa parroquial pontina

Nos ocupábamos hace un par de semanas del caso de la Parroquia de Santiago de las Caldas, inaugurada en noviembre de 1920, con don Germán Fernández Román como párroco. En 1944 fallece don Germán y don Jesús Pousa Rodríguez, su coadjutor, pasa a ser párroco dos años más tarde. Desaparecida la Casa del Cura en la parroquia antigua junto al actual cementerio, el nuevo párroco accede al cargo con diferentes proyectos que paso a paso fue llevando a cabo. Creo recordar que vivía en la calle Rincón, también llamada José Antonio Moretón y cerca de su domicilio de entonces, alquiló el antiguo Bar Tabaco en esa misma calle y allí funcionaron diferentes actividades parroquiales. Pero ya, desde el primer momento, su obsesión era realizar una gran obra: la casa parroquial cerca de la Iglesia.

La vio terminada en 1954. Construcciones Antonio Añel llevó a cabo la obra en unos terrenos adquiridos a la familia Gómez Domínguez en la misma avenida de Las Caldas. Cómo se las ingenió don Jesús, ya es otra cuestión, pero lo hizo, como logró bastantes cosas más durante su larguísima estancia en la parroquia, que se perpetuaría dándosele su nombre a una de las grandes calles de esta zona.

Viviendas para sacerdotes. Salón de actos para actividades parroquiales y hasta otras diferentes. Oficinas. Gran sala de estar en el piso 1º, donde también había otras actividades. Y ya, en los tres pisos siguientes, las viviendas de sacerdotes de esta parroquia y de otras. Hubo un tiempo que hasta en el bajo hubo una cafetería, el llamado Bar Yago. Y en los sótanos, especialmente ahora, almacén para atender a necesitados, esencialmente alimentos que se distribuyen y que llegan de diferentes maneras. Una gran actividad con la desinteresada ayuda de un grupo de feligreses.

Que incluso se compartió con actuaciones teatrales, conciertos, conferencias, diferentes actividades culturales: locales para ensayos, reuniones parroquiales y, desde luego, instalación de mesas para las votaciones políticas. El local cuenta con una amplificación donada por la Diputación y sirvió en tiempos atrás para proyecciones cinematográficas, con equipos de propiedad parroquial. También hay que señalar que en la gran sala del piso 1º tuvieron lugar en su momento improvisadas actuaciones cara al público, a la manera de programas de entrevistas en directo, que tuvieron gran aceptación. Por cierto, algo especialmente exitoso: teatro leído, con obras modernas que tuvieron muy buena acogida. 

La verdad es también que los tiempos han cambiado y tanto por parte de la organización, la disposición del público, la aceptación general, los gustos de los posibles asistentes y protagonistas de estos actos que han ido variando y ahora es mucho menos frecuente su celebración. Y de verdad, que es una pena. Una gran pena.

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